Esp... aña o Esp... eranza

La última patochada de la lideresa no es, ni de lejos, tema baladí.

Con sus declaraciones, a propósito de la final de fútbol de Copa del Rey,  no solamente ha echado más leña a la hoguera ( una hoguera, dicho sea de paso, encendida previamente por formaciones independentistas y nacionalistas, vascas y catalanas) ha establecido por fin una estrategia definida y nada original, que la derecha saca del cajón de sastre cada vez que las circunstancias son propicias, o dicho de otra  manera, a río revuelto ganancia de pescadores.
Sus patrióticas palabras está medidas, ponderadas y muy bien emplazadas en un contexto de crisis, donde la crispación y la demagogia se mueven como Nemo en el jardín de infancia del arrecife.
No es casualidad que para el mismo día, apenas unas horas antes,  se haya convocado una manifestación fascista bajo el auspicio de la unidad, la grandeza y la libertad de la nación española..
La crisis económica lleva aparejado otro termino no menos terrorífico: "exclusión". En unos tiempos donde a miles de españoles se les deja en la cuneta del desarrollo, conviene dejar claro quienes son "españoles auténticos" y quienes no. ¿O acaso creíais que la banderita exhibida en la solapa de los líderes populares en sus congresos es mero atrezzo?
Cuando medio país se hecha a la calle protestando por las políticas liberales que se están aplicando, conviene sacar a relucir los símbolos, o mejor dicho, apropiarse de ellos y darles un sentido manipulado y caciquero, así siempre podrán decir que cualquier indignad@ es un antipatriota, un antiespañol o un ápatrida, y si además eres madrileñ@, se nos acusará de ser títeres procatalanes o provascos o progallegos, o yo qué sé. Curiosamente la involución a la que nos vemos abocados y que va a dejar una España más pobre, más inculta y más enferma, no se trata como una traición a la bandera ni al himno, que, después de todo, no dejan de ser símbolos que nos representan a todos los españoles, también a los desahuciados por su colega, el brillante gestor Rodrigo Rato. Que va, para eso ya está el fútbol y los nacionalismos, que por otro lado también se retroalimentan de esta situación.
¿Y el Rey? ¿En qué lugar deja esto al Borbón?. La lideresa nunca ha sido monárquica, como nunca lo ha sido la derechona rancia a la pertenece, y si estaban previstos silbidos y pitos, la manifestación antimonárquica del viernes va a ser gloriosa. El príncipe va a fliparla, y no hace falta ser vidente para darse cuenta de ello.
Y lo más penoso es que sus palabras tendrán eco en oídos necios, afectados por la crisis como cualquier hijo de vecino; eco en oídos en paro; eco en oídos en  fase terminal, eco en oídos sin futuro y sin esperanza. Y así, dentro de poco, tendremos a estos que organizan manifestaciones fascistas en el parlamento, como opciones plausibles de poder. El caso de Grecia es muy revelador, y haríamos bien en no tomar las palabras de la lideresa como un exabrupto más, fruto de su carácter chulesco y prepotente.


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