El Momento de España - Ramón Feced

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Ramón Feced Gresa (Aliaga, 4 de diciembre de 1885 – Madrid, 10 de abril de 1955) fue un abogado y político español.  Notario y registrador de la propiedad en Teruel, como miembro del Partido Radical Socialista fue elegido diputado a Cortes en las elecciones de 1931 por la circunscripción de Teruel. Fue ministro de Agricultura en el gobierno que, entre el 12 de septiembre y el 8 de octubre de 1933 presidió Alejandro Lerroux y que cayó al no superar el presidente del Consejo de Ministros la cuestión de confianza que había presentado a las Cortes. Feced fue designado para la misma cartera el 19 de julio de 1936 en el gobierno “nonato” de Diego Martínez Barrio.  Con el inicio de la Guerra Civil se exilió en Francia, retornando al finalizar la contienda para continuar con su actividad profesional de registrador de la propiedad gracias a que ayudó a escapar a Ramón Serrano Suñer de las milicias antifascistas.

Fuente: Wikipedia
Foto: ABC

Enrique Mariné entrevista a Ramón Feced  para el libro El Momento de España en 1933.


 

Ramón Feced
Presente y futuro de la Reforma Agraria.

La obra magna de la reforma agraria requería un lugar especial en estas notas. Por ello, sin perjuicio de la referencia a esa innovación que hay en varias de las contestaciones que he obtenido, me pareció oportuno conferenciar con el animador del Instituto de la Reforma Agraria, laboratorio donde van ensayándose sus disposiciones...
Por primera vez estrecho la mano de D. Ramón Feced. Y durante media hora escucho las explicaciones con que el ilustre jurista del flamante organismo va aclarando mis dudas, y que transcribo con la mayor fidelidad posible. El lector advertirá en ellas claridad y precisión poco frecuentes en las netas burocráticas. No falta tampoco la declaración sincera de los errores.
Sería pueril el intento de "descubrir" a D. Ramón Feced, que por su privilegiada mentalidad y singular competencia se reveló en los debates al discutirse la ley, y en la Comisión parlamentaria dictaminadora corno uno de los más positivos valores de las Cortes Constituyentes.
—La reforma agraria—me dice D. Ramón Feced—ha sido uno de los textos legales más debatidos en el Parlamento. No tiene nada de particular que sucediese así, porque se trata de una ley que va a dar nueva estructura a la propiedad rústica espa-
hola y que lastima intereses individuales; es natural la protesta de los titulares afectados por la reforma. Pero, además, no sólo estos elenaentos han protestado contra la ley, sino aquellos a quienes iban a alcanzar sus beneficios, porque el instrumento jurídico creado no producía el efecto que imaginaron de mejorar rápidamente la triste situación del labriego español. Es una consecuencia de la psicología de nuestra raza, para quien las innovaciones han de surgir instantáneamente, creando algunas veces el mito de un hombre cuya omnímoda voluntad baste para modificar substancialmente las organizaciones políticas o sociales, y otras el mito de un cuerpo legal, cuya sola promulgación ha de producir en el acto aquel beneficio o resultado.

Y la ley Agraria, si ha de surtir efectos beneficiosos en el campo, si ha de mejorar la suerte del obrero, tiene que aplicarse con lentitud, atendiendo a las posibilidades económicas del Estado, a la situación del agro español y a los sistemas de cultivo para no perturbar hondamente la economía agrícola y, por tanto, la economía general del país.

--En efecto—insinúo—, se ha dicho que el organismo encargado de aplicar la reforma agraria funciona con excesiva lentitud, que no se advierten los resultados de su actuación, no obstante haber transcurrido ya varios meses desde que se fundó.

—Hay que tener presente, sin embargo—replica el señor Feced—, que el Instituto se ha dedicado en todo ese tiempo a funciones extrañas a la ley Agra ria, al contenido propio de este cuerpo legal: me refiero al Decreto de intensificación de cultivos, provechoso sólo en los primeros momentos, pero que luego ha servido de arma para calmar muchas impaciencias en los pueblos, con quebranto evidente, en algunos casos, de la producción nacional, pues es indudable que para evitar perturbaciones de orden público se han dedicado al cultivo algunas tierras que debían destinarse exclusivamente a pastos, y este ha sido un efecto desastroso de esa medida.

Por otra parte, se nos ha planteado el problema de satisfacer los gastos producidos por esa intensificación, y el Instituto, que no puede atender a ese cometido, porque todo su patrimonio está afecto a los asentamientos y a otras aplicaciones derivadas de la base duodécima de la ley Agraria, ha tenido que idear una fórmula : la de recurrir al Crédito Agrícola para pagar los gastos ocasionados por los asentamientos de campesinos, y que sea el Instituto con su patrimonio el que supla la insolvencia de los beneficiados por el Decreto del cultivo intensivo.

---¿Y puede usted decirme en qué se ocupa ahora el Instituto?

---Forma el inventario de las fincas sujetas a la reforma. Según las notas de la Subdirección jurídica, van declaradas ya más de 900.000 fincas y faltan datos de 62 Registros de la Propiedad. 

Toda la actividad del Instituto va a centrarse en la formalización rápida de este inventario, que tiene enorme importancia, por las dos razones siguientes: porque determinará las fincas sobre las cuales se va a operar en las diversas aplicaciones derivadas de la ley Agraria y porque señalará aquellas otras que quedan libres de la reforma, y sobre las cuales, asegurada la cuestión de orden público, va a seguir la libre contratación; •fincas que servirán de instrumento al crédito y que podrán seguir con el régimen económico que siempre han tenido. En su confección trabaja, eficazmente auxiliado, un equipo de registradores de la propiedad con gran entusiasmo, actividad y provecho. Pronto será una realidad ese inventario, que permitirá operar, en primer término, sobre las 14 provincias más directamente afectadas por la. ley. Enseguida se constituirán los organismos provinciales que van a aplicar la reforma, empezando por hacer el censo de los campesinos a quienes favorece nuestra ley agraria.•

—La práctica nos enseñó desde el primer momento que era necesario reformar el Instituto. No obstante la buena voluntad de los miembros de su Consejo Ejecutivo, es lo cierto que el organismo marchaba con gran lentitud, por las excesivas intervenciones de sus vocales y el crecido número de ellos. Era legítima la representación ostentada por sus elementos técnicos, juristas, economistas y agronómicos y por los propietarios, arredantarios y obreros, pero sólo debía perdurar en el organismo encargado de discernir la orientación y la intensidad con que haya de aplicarse la reforma. El ejemplo de muchas sociedades anó nlmas nos ha inducido a pensar en la creación del Comité de gestión, de reducido número de vocales, que podrá actuar rápida y eficazmente en las infinitas cuestiones que a diario reclaman solución inmediata. Y así, la Asamblea general que se reunirá una vez al año será sólo la encargada de señalar las modificaciones que, derivadas de la experiencia, deban introducirse en las normas fundamentales legislativas, y marcará las reglas cardinales a que debe sujetarse la actuación del Instituto.

Además, el Instituto de Reforma Agraria debe ser un órgano independiente, con personalidad propia, desligado del Poder Ejecutivo, para que no sufra los vaivenes de la política, ni sus componentes cambien a cada cambio político, entorpeciendo con ello la aplicación de la ley.
En este punto la conversación, aprovecho las palabras del Sr. Feced, alusivas a la intromisión de la política, para recordar las censuras que se han dirigido a algunos de los funcionarios técnicos del Instituo, a quienes se suponía sometidos a las exigencias de las autoridades locales afectas al Partido Socialista.

—Es cierto—confiesa el Director de la Reforma agraria—que en algunos pueblos los ingenieros del Instituto han cedido por exigencias de orden público o por impaciencias de los campesinos a la presión de fuerzas políticas, pero no al aplicar la ley que, como he dicho antes, no se cumple todavía, sino el Decreto de intensificación de cultivos. Por ello y por lo avanzado de la época, desde que me encargué de este Centro directivo, suspendí la ejecución de ese Decreto, y declaro lealmente que su aplicación en alguna, pueblos ha sido perjudicial.

La charla deriva luego hacia el futuro de la ley agraria.
Deseo escuchar la leal opinión de mi ilustre interlocutor acerca de este extremo.
El Sr. Feced comienza, en otro arranque de sin ceridad, por reconocer que el primitivo presupueste del Instituto, donde, en efecto, había más de 600 funcionarios y setenta y tantos negociados, era extraordinariamente dispendioso.

Por eso--agrega—, el presupuesto que ahora estudiamos y que ha de ser aprobado primero por el Consejo Ejecutivo, y después por el de Ministros. tiende a convertir el Instituto en un órgano eficiente más que en un refugio de empleados. Así, de los 50 millones destinados a la reforma, 45 se invertirán en las aplicaciones señaladas en la ley orgánica, en orden al aprovechamiento ele los bienes expropiados, y los setenta y tantos negociados quedarán reducidos a 36.
Se calcula que en el próximo otoño se aplicará la ley en Andalucía, en Extremadura y en las demás provincias comprendidas en la base segunda, comenzando por aquellos pueblos donde el paro campesino reviste los caracteres de una dolencia endémica; y se cree que podrán realizarse de primera intención 10.000 asentamientos.

Además, se ordenará todo lo relativo a la aplicación de la ley en las fincas de los encartados por el complot de agosto y en las pertenecientes a la extinguida grandeza, que se elevarán a más de 100.000 hectáreas. Queremos poner en marcha el Banco Agrario Nacional. El proyecto, ya redactado, y que inmediatamente será leído en las Cortes, tiende, como se sabe, a favorecer a los pequeños y medianos propietarios, facilitándoles a bajo coste el dinero necesario para las explotaciones agrícolas. Sería una lástima que por las contingencias de la situación política, en orden al rendimiento del trabajo parlamentario, no pudiera convertirse rápidamente en ley este proyecto, porque el Banco, de acuerdo con el Instituto y con otras entidades económicas que han ofrecido su colaboración, podría ser un medio poderoso para remediar la crisis de la mayor parte de los moradores del agro nacional.

También es urgente la aprobación de la ley de arrendamientos, proyecto que, como habrá usted podido observar, ha merecido el aplauso de todos los elementos del país, porque hasta los periódicos de extrema derecha han reconocido que, siendo una reforma revolucionaria, responde a lo que en estos momentos debe ser una ley de esta naturaleza.

Y, finalmente, concluye el Sr. Feced (y yo creo llegado el momento de escuchar en pie), se última el estudio del proyecto de ley de rescate de bienes comunales, desenvolviendo la base de la de Reforma Agraria que trata de esta materia, y cuya redacción hay que meditar mucho, por ser diversos los títulos de posesión de los bienes de aquella clase. Hay que diferenciar las adquisiciones que significan un despojo de aquellas otras que tiene un título legítimo de procedencia, como lo fueron los afectados por las leyes desarmortizadoras...

Hasta aquí la síntesis de las declaraciones del señor Feced. El lector, contrastando con ellas las censuras inspiradas por un enfermizo pesimismo o dictadas por la pasión política, podemos juzgar con más exactitud de unas y otras.

Yo no puedo ser juez, defensor ni fiscal. Me incumbe sólo el modesto papel del relator que va hilvanando el apuntamiento.

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Los artículos 72 y 73 de la Normativa reguladora de los Cargos Públicos del PSOE

En el último congreso federal se aprobaron los siguientes:

Estatutos y Reglamentos Federales aprobados en el 37º Congreso 

(descargar en pdf) 


Los artículos que ahora se están mirando con lupa son los 72 y 73, aunque también son interesantes el 70 y 71:

Artículo 70. Propuestas de listas. Las propuestas de listas deberán reunir uno de los siguientes requisitos:


1. Ser propuesta por la Comisión Ejecutiva Municipal.
2. En el caso de Municipios que incluyan en su término dos o más Agrupaciones de Distrito, la propuesta la realizará la Comisión Ejecutiva Municipal de Gran Ciudad correspondiente, previa consulta con los/as Secretarios/as Generales de las Agrupaciones de Distrito.
3. Ser propuesta por el 20 por ciento de la militancia.

Artículo 71. Número de miembros de la lista. La lista presentada deberá contener tantos miembros como candidatos y candidatas a elegir en el municipio, incluidos los suplentes. Se excluirá, en su caso, el candidato o candidata a la alcaldía si hubiera sido elegido/a con anterioridad.


Artículo 72. Candidato o candidata elegido previamente.

1. En el supuesto de haber sido elegido previamente el candidato o candidata a
la Alcaldía, según establece el artículo 37 en sus párrafos 1 y 2, la lista que se
presente se formará de acuerdo con el candidato/a, con objeto de garantizar
la formación de equipos de gobierno completos y cohesionados.
2. En este supuesto, la lista podrá ser presentada exclusivamente por la
Comisión Ejecutiva Municipal o Comisión Ejecutiva Municipal de Gran Ciudad
de común acuerdo con el candidato o candidata a la alcaldía.

Artículo 73. Votación de las propuestas. Las propuestas de lista, tanto la presentada por la Comisión Ejecutiva Municipal, la Comisión Ejecutiva Municipal de Gran Ciudad como las elaboradas por los militantes, exceptuándose en este caso el supuesto señalados en el apartado 2º del artículo anterior, serán ordenadas a título indicativo y sometidas a ratificación de la Asamblea de la Agrupación Municipal (o Asambleas de Distrito en el supuesto de municipios con más de una Agrupación) en una única votación mediante el sistema de lista cerrada y bloqueada.


a) Si la lista no fuera aprobada en primera votación por la mayoría absoluta
de los presentes, se produciría una nueva votación, tras un receso de la
Asamblea, en la que sería suficiente con la mayoría simple.

b) En caso contrario, la lista pasaría al órgano competente para la aprobación en función del tramo de población del municipio.

La votación será personal y secreta. Las Asambleas se convocarán por la Comisión Ejecutiva de Distrito o Comisión Ejecutiva Municipal con al menos, una semana de  antelación, y la convocatoria se hará pública en los locales del Partido y se notificará personalmente a los y las militantes, especificando el objeto de la reunión y fijando una hora de celebración adecuada.


 


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El Momento de España - Pedro Vallina

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Pedro Vallina, Guadalcanal (Sevilla) 1879 - Veracruz (México) 1970, fue un médico y anarquista español. Nacido de padre asturiano y madre sevillana (natural de Cantillana) instalados en la Sierra Norte de Sevilla. De posición acomodada, Pedro Vallina estudió medicina en Sevilla, Cádiz, París y Londres (en estos dos últimos lugares como exiliado) al tiempo que, desde joven, destacó en su faceta política como anarquista; sobre todo, a partir de su estancia en Cádiz y la toma de contacto con Fermín Salvochea.

Fuente : Wikipedia

Enrique Mariné entrevista a Julio Carabias para el libro El Momento de España en 1933.


 

PEDRO VALLINA
Pese a quien pese, la revolución se hará en España.

El doctor Vallina, extremista notorio, me manda desde su actual residencia la síntesis de sus puntos de vista en la cuestión candente. Y claro es que la vida del campo andaluz, que él conoce tan de cerca, es en este trabajo el tema predominante.

PRELIMINAR
No hay que extrañarse de los juicios y pareceres que a continuación exponemos, teniendo en cuenta nuestra filiación anarquista, aunque no consideramos como ácratas sino a aquellos que vean las cosas como nosotros las vemos, ya que las palabras no pasan de ser convencionales. Sin embargo, creemos que nuestro sentir es el de la mayoría de los trabajadores españoles, que anhelan el triunfo de un ideal de justicia social—sin la cual no habrá paz posible—, y no medrar con la política o el obrerismo.
Revolucionario impenitente y hombre de acción, he de ser en mis respuestas todo lo lacónico posible, pues en un mar de palabras es donde naufragan las mejores intenciones. Un ejemplo: ¡ Cuánto se ha escrito y hablado sobre el problema del campo anda. luz, todavía sin resolver y en poder la tierra de lo: que no la trabajan!
EL MOMENTO ACTUAL
El momento por que atraviesa el país es verdaderamente inquietante y preñado de peligros. Pueden los hombres que nos gobiernan ser todo lo optimistas que quieran desde sus poltronas de Madrid, pero los que llegamos al fondo del alma popular sentimos las mayores angustias pensando en un próximo futuro. De seguir las cosas así, no vemos otra perspectiva por parte de los grupos republicanos, más llenos de ambiciones que de ideales puros, que la de una República a lo portuguesa. Ya a los pocos días de implantada la República en España nos advertía un ilustre proscripto portugués, James Corteçao, entonces en Madrid, que seguíamos la senda fatal que a ellos los llevó al desastre.
Divorciado cada vez más el pueblo español de sus gobernantes, ¿hasta dónde le llevará su energía en potencialidad? ¿Se agotará ésta pronto y se someterá a un presente sin esperanza ? O bien, una raza dormida y no decadente, ¿se despertará soberbia y cumplirá un hecho histórico, a semejanza de las Revoluciones francesa o de la rusa? Nos inclinamos a lo último, no engañado por nuestros deseos, sino bien informado del estado de espíritu del pueblo español. Si los políticos buscan un cambio en la superficie de las cosas, el pueblo lo busca y encontrará en el fondo.
A todos sorprendió la paz y armonía con que fué proclamada la segunda República española, al morir de muerte natural la monarquía alfonsina. Hasta Sanjurjo ofició de padrino. Pero el cielo sereno se fué llenando de negros nubarrones hasta cubrirse por completo, y en vez de los rayos puros del sol empiezan a percibirse los siniestros resplandores del relámpago. ¿ Cómo pudo operarse semejante transformación? De una manera muy sencilla. Los hombres que ocuparon el Poder, más retóricos que revolucionarios, no eran los hombres de tan críticos momentos. Se esforzaron en hacer abortar una revolución, contentándose con un simple cambio de régimen, sencillamente lo contrario de lo que el pueblo anhelaba. Era el momento de las grandes acciones para crear un país nuevo. No había que apagar la cólera del pueblo, sino encenderla, no para obras de venganza, sino para acciones generosas, respetando a las personas, pero exterminando sin piedad los privilegios.
La revolución no la hacen los oradores ni los leguleyos, sino la masa del pueblo. ¿Acaso los estudiantes de la gran Revolución francesa no han comprobado q; el pueblo fué siempre superior a sus caudillos, aunque algunos eran de indudable mérito? Todos los historiadores, como el mismo Thiers. ¿no han reconocido que cuando los legisladores abolieron el régimen feudal ya el pueblo lo había abolido de hecho? "El pueblo—decía Michelet—vale más que sus jefes. Mientras más profundizo, más en el fondo encuentro a los mejores. Esos oradores brillantes que han expresado el pensamiento de las masas pasan equivocadamente por los mejores actores. Más bien han recibido-el impulso que lo han dado. El actor principal de la Revolución es el pueblo."
Un Comité revolucionario, asistido por la nación en masa y en el momento que los amigos del pasado huían a sus cavernas, podía en poco tiempo haber hecho obra inmensa. Lo primero es armar al pueblo, no desarmarlo, pues en el pueblo están los cimientos de la revolución. ¿Qué es eso de las fugas de capitales para sabotear la República? Las fronteras se cierran y los bienes se confiscan al que corneta tal crimen de lesa patria. Y esas masas obreras sin trabajo y en la miseria, ¿qué hacer con ellas? ¿Pues no está la mitad del territorio español sin cultivar y lo que se cultiva, por ignorancia, produce poco? Toda la masa obrera sin ocupación lanzarla sobre los terrenos improductivos, y hasta que rindieran las nuevas cosechas, el pueblo que labrara los campos sería alimentado con el dinero sobrante de los ricos... El pueblo, con su buen sentido, hubiera dado soluciones a los primeros gobernantes de la República, de manera que, al reunirse las Cortes Constituyentes, se encontrarían con lo fundamental ya hecho. La lógica de un país en revolución es ser revolucionario.
su EVOLUCIÓN INMEDIATA
Habiendo demostrado los hombres que nos gobiernan su incapacidad para satisfacer los anhelos del pueblo español, y creyendo que los que le sucedan BO harán otra cosa que empeorar la situación, pues les guía, más que la bondad, sus ambiciones de mando, no vemos otra solución que una revolución, que, pese a quien pese, se hará en España, revolución social y de tipo federalista, que encuadra mejor con las tendencias de nuestro pueblo.
Ya lo decía en otro tiempo el venerable republicano de verdad, D. José María Orense: "Revolución que discute es revolución perdida. Cuando una revolución es tímida y no se atreve a tomar el primer día una medida, por radical que sea, se necesita otra revolución para proclamarla."
SOLUCIONES QUE DESDE DISTINTOS PUNTOS DE VISTA
SE OFRECEN A LOS PROBLEMAS POLÍTICOS, CULTURA-
LES Y SOCIALES PLANTEADOS EN ESPAÑA
De seguir las cosas como están, no vemos ninguna solución a estos problemas que pueden satisfacernos. Ahora bien, triunfante una revolución popular e inteligente les daría fácil solución en beneficio del pueblo.
El problema político se resolvería suprimiendo al político de oficio y substituyendo sus funciones por las meras administrativas. Estos hombres se podrían ocupar de otra profesión más formal.
Los problemas culturales se resolverían en un régimen de igualdad, estudiando la capacidad mental de los pequeños y sus inclinaciones, repartiendo las
horas de su existencia entre un trabajo mental y otro manual, que desarrollara cerebro y músculos. ¿Cabe mayor injusticia que condenar a un hombre a que rape barbas a sus semejantes toda su vida mientras que otros gozan las delicias proporcionadas por lo: estudios de las ciencias y de las artes?
En cuanto a los problemas sociales planteados er España, una revolución del tipo señalado los resol vería de contado, si no, no sería tal revolución.
EL PROBLEMA DEL CAMPO ANDALUZ
Al tratar de este asunto es cuando se advierte el desconcierto en su mayor grado. A los pocos días de proclamarse la República, tanto nosotros como don Blas Infantes llamamos la atención del Gobierno, desde las columnas de El Sol, sobre la urgencia de atender a este problema, tanto por lo que era de justicia como por lo que beneficiaría extraordinariamente a la República naciente. No fuimos comprendidos, y hasta se nos tachó de perturbadores peligrosos. Hubo un consejero de Estado, monárquico hasta la víspera del advenimiento de la República, quo nos amenazó con el fusilamiento, que hubiéramos aceptado de buen grado en bolocausto del jornalero andaluz. Los insensatos y perturbadores eran ellos. Cómo pueden ignorar nuestros gobernantes, que se tildan de demócratas, que la insurrección campesina, ganando también las ciudades, fué la que constituvó el verdadero fondo de la Revolución francesa 'Y
Nosotros propusimos, como solución inmediata, la expropiación del latifundio. Como la mayoría de los latifundios en Andalucía provienen de adquisición ilegítima, en vez de indemnizar a los propietarios, éstos serían los que indemnizaran a los jornaleros de manera que pudieran vivir hasta la próxima cosecha. El Sindicato distribuiría la tierra en posesión permanente a los jornaleros. La renta la percibiría el Sindicato y el Municipio. El Sindicato emplearía ese dinero en proveer a los trabajadores de enseñanza técnica, de máquinas, de abonos, de obras de riegos, etc., y el Municipio, en satisfacer las necesidades públicas (higiene, escuelas, etc.), desgravando los arbitrios ,en todas las manifestaciones del trabajo.
Los- que abogamos por el orden y la riqueza nacional fuimos desoídos y reducidos a la prisión y a la impotencia, y el desorden y la miseria se enseñoreó de Andalucía por culpa de los gobernantes. Se siguió por el Sr. Maura, y luego por su sucesor, Casares Quiroga, una política de represión desatinada. Y se aplicó la monstruosa ley de fugas. Y se torturaron los prisioneros como en los peores tiempos de la Inquisición. Pequeños conflictos, fáciles de resolver, se convirtieron en verdaderas tragedias. Hasta que se culminó en el impresionante drama de Casas Viejas. Estupidez y miedo: he ahí los dos factores del desastre. Para colmo del infortunio de los jornaleros andaluces, una pandilla de estafadores, vagos y agentes provocadores, con el disfraz de extremistas. se infiltraron en los Sindicatos sevillanos para conducir a 10,1 trabajadores andaluces a la impotencia y al desastre... Sevilla es un triste espécimen de la estupidez y mala fe de los de arriba, como de las torpezas de los de abajo, cuando van inspiradas por malvados.
¿Puede la reforma agraria llevar la tranquilidad a aquella región y convertirla en un emporio de riqueza? Mucho dudamos que así sea. Con los 50 millones presupuestos para la ejecución de la reforma en este primer año no se puede hacer nada de provecho. Hay otra dificultad mucho más grave, y es la resistencia del latifundista andaluz a la reforma. ¿Acaso desde que vino la República no la boicotean, dejando sin trabajo y reduciendo a la miseria al mayor número de campesinos? Y es que existe un abismo entre una ley recién promulgada y su ejecución práctica en la vida. Por poco que una nueva ley perjudique a los privilegios, se necesita poner en juego toda una organización revolucionaria para que esa ley se aplique con todas sus consecuencias.
Sin resolver el problema del campo andaluz, los más graves conflictos son de temer, pues los campesinos, llevados de su buen sentido, prescindirán de todos los mequetrefes que tratan de guiarlos y se guiarán por sí solos. Este seria el comienzo de su triunfo. La tranquilidad de hoy no es más que aparente, teniendo en cuenta que las sublevaciones agra- rias nunca son continuas. El motín sucede a la tregua.
No concluiremos estas amargas reflexiones sin recordar la frase de Antero de Quental en uno de sus escritos sobre la Revolución de Septiembre, que llevó al destronamiento a Isabel II:
"¡Ay de los pueblos que al día siguiente de su bautismo revolucionario sólo tienen a imbéciles y traidores corno padrinos!"

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El Momento de España - Julio Carabias

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Julio Carabias Salcedo, gobernador del Banco de España entre abril de 1931 y septiembre de 1933. No he encontrado más información de su biografía, que las referencias a su labor como gobernador del Banco de España en el periodico ABC.

FOTO: abc 

Enrique Mariné entrevista a Julio Carabias para el libro El Momento de España en 1933.


 

JULIO CARABIAS

La situación satisfactoria de la moneda española
en el mercado internacional. En el interior,
aunque la obra de la República molesta e
inquieta al capital, no le daña realmente,
y no puede, en verdad, hablarse le
retraimiento de capitales.

,En varios capítulos de esta obra se alude a la crisis económica de España. El informador, aunque buscaba ante todo impresiones de carácter político, no ha omitido tampoco las preguntas, inspiradas en el deseo de obtener declaraciones referentes a la situación del país en el orden económico, faltaba, sin embargo, en contraste con los desalientos y los pesimismos, una voz autorizada que pudiera hablar desde el otro campo.
Y con este objeto he visitado al gobernador del Banco de España, D. Julio Carabias, a quien su permanencia al frente del Banco emisor sitúa en un plano privilegiado de observación de aquellos problemas.
Tengo que agradecer al. Sr. Carabias la deferente atención que ha prestado a mi ruego y las respuestas precisas con que ha contestado a mis concretas preguntas. Y, como desde el campo de las oposiciones, la objeción principal a la política del Gobierno se formula con el cliché de que a ella se debe el retraimiento de capitales en las industrias, interrogo, en primer término, al gobernador del Banco de España sobre este .punto:
—¿Hay verdaderamente retraimiento de capitales en las industrias?
—No creo en el retraimiento sistemático 3e1 capital. Me parece más verosímil la escasez de iniciativas y de oportunidades interesantes, fenómeno natural, por lo demás, del período de crisis por que atraviesa el mundo. El capital que pudiéramos decir amedrentado representa una parte mínima, siempre insignificante en el conjunto de la riqueza. El capital sigue dócilmente a las iniciativas y a las necesidades de empresa. Es por naturaleza contrario a toda situación de pasividad.
En mi deseo de precisar más esta cuestión, aventuro otra pregunta:
—¿Hay realmente peligro para el capital en e' avance de la política socialista?
—Supongo que más que a la política socialista, en su contenido doctrinal, se refiere usted a lo cine constituye actualmente una parte fundamental de la obra legislativa del Parlamento y del Gobierno. No hay en ella--se ha dicho infinidad de veces y por personas de altísima autoridad—una concepción socialista de los problemas que, constitucionalmente. toca resolver a los órganos del Estado. Se trata serie cillamente de legislar conforme al nuevo espíritu de!, país. con un sentido más humano de la justicia que el que se tuvo hasta ahora. Es la obra de la revolución. Obra renovadora que molesta, inquieta pero que no dala. Se comprende que a una sociedad educada en el predominio de clase, formada en los prejuicios de una tradición secular .de privilegios y oligarquías, este movimiento le produzca hondo males tar y hasta cierta irritabilidad. Lo que no se concibe. es que se preterida relacionar la elevación moral y material de la clase trabajadora con la depresión que actualmente padece. nuestra organización económica. El retraimiento del capital, si es verdad que existe, significa una justificada indecisión ante el desquiciamiento de la economía mundial y sus angustiosas interrogantes. En manera alguna una táctica defensiva frente a los avances de la legislación social. negocios fracasan por insuficiencias del capital, por errores de técnica, por defectos de administración, por abatimiento en la lucha comercial. No sucumben al solo empuje de la acción del proletariado. Yo no sé de ninguna empresa bien organizada que se haya visto en el trance de liquidar a consecuencia de las concesiones hechas a sus obreros. Algo análogo podría decirse con respecto a los gravámenes tributarios. En cambio, son bien conocidos los casos en que la reducción de cargas por desgravaciones fiscales o por abaratamiento de la mano de obra no se ha resuelto en una baja de precios, sino en una elevación inmediata de los dividendos. Conste que yo no trato de formular reproches contra nadie. Me limito a exponer mi opinión (puesto que se me pide), sin la pretensión, naturalmente, de que adquiera categoría de dogma.
—¿Cuál es especialmente la situación de los Bancos?
—De todo punto satisfactoria. Tal es la conclusión que se desprende de las respectivas Memorias relativas al último ejercicio, publicadas recientemente. Lo demuestran, por otra parte, las estadísticas que cuidadosamente ordena la oficina correspondiente del Consejo Superior Bancario, y que la Prensa, con patriótica emulación, se encarga de difundir.
—¿Qué política debe aplicarse al remedio de la crisis bancaria?
—Yo llevo ya dos años (desde que me hice cargo de la gobernación del Banco emisor) alejado de las actividades profesionales de la Banca privada. No estoy muy seguro de poder contestar con acierto a la pregunta que usted me hace en cuanto a la crisis. Porque, además, no sé cuál pueda ser exactamente, supuesto que exista en realidad, la significación y el alcance de esa crisis. A la Banca privada se le ha planteado un problema de indudable trascendencia con las nuevas bases de trabajo relativas al personal. En esto se ha ido demasiado lejos, acaso, y lo que puede ser peor, con excesiva precipitación. En algu- nos casos este problema puede convertirse en una dificultad insuperable. Esta es la consecuencia de un régimen abusivo de explotación, realmente inicua, a que el personal de la Banca ha estado sometido durante muchos años. Solamente los que hemos padecido este régimen por haber comenzado nuestra carrera como soldados de fila (son recuerdos de hace treinta años) sabemos hasta qué punto se extremaba en esa explotación nuestro sacrificio. Esto no volverá a ocurrir, por fortuna. De todos modos, creo firmemente que la Banca cuenta con suficientes ele. mentos de acción para contrarrestar los efectos que hayan podido causar en su marcha admmi nistrativa las reivindicaciones de su personal. Ha podido aprender de éste hasta qué punto la solidaridad constituye la fuerza. Puestos a señalar obstáculos en el próspero desenvolvimiento de la Banca privada, yo cifraría la inmoderada expansión que en estos últimos años constituyó el afán de los grandes y aun de los pequeños Bancos, en una especie de pugilato. Pero no he de insistir mucho en el tema. Ya he dicho a usted que no estoy muy al tanto de lo que ocurre en la vida interna de la Banca privada. Aquí sí que podríamos decir que: "Doctores tiene...", etc., etc.
Comprendo que el Sr. Carabias no pueda ser más explícito en los temas que le he sometido, y para buscar otro no menos interesante, pero en el cual pueda desenvolverse con mayor libertad, le ruego algunas indicaciones acerca de la situación de la peseta y de la labor del Centro de contratación.
—La situación de nuestra moneda en el mercado internacional me dice es de todo punto satisfactoria. El cambio se mantiene estable. Se ha logrado esta situación de estabilidad por el libre juego dei mercado internacional y sin el más leve artificio intervencionista. Sabido es que los quebrantos derivados de la depreciación del cambio no consisten solamente en la depreciación misma, sino en las fluctuaciones violentas de la cotización, que implican bruscos desplazamientos de riqueza y un peligro constante en el desenvolvimiento de las actividades co-
merciales. Así, pues, la estabilidad, dentro de los ma les de la depreciación monetaria, es un ideal que, cuando se realiza, atenúa y acaso suprime totalmente  los estragos que pueda producir aquélla. Hoy podemos decir que la cotización de nuestra divisa se mantiene en el nivel que corresponde a las realida des económicas del mercado. Usted, que, como buen periodista, permanece día por día atento a las palpitaciones de la vida nacional, conoce los esfuerzos que hubo que realizar para llegar a este resultado. No hubiese sido posible sin la actitud resuelta y enérgica del Gobierno, manifestada en el plan de defensa del cambio que adoptó aquél en los primeros meses de la República. En la historia del cambio español no se han registrado momentos de mayor peligro que los que se produjeron entonces. Nuestra divisa ofrecía a la sazón las posibilidades más tenta- doras que podía permanecer la especulación profesional, confabulada aquí y en el exterior. Todo era propicio a los apetitos del agio: la confusión política, propia del momento revolucionario; la exportación de capitales; el fenómeno estacional de la contracción de nuestras exportaciones; la crisis bancaria en el Extranjero, que se iniciaba por entonces paralizando súbitamente la función del crédito internacional, todo contribuía a incitar la codicia de la especulación y a. faclitar sus hábiles maniobras, apoyadas en la debilidad que nuestro signo monetario venía padeciendo de años atrás.
Aquel plan consistía fundamentalmente en una demostración de fuerza, por la cual la especulación extranjera debía saber que España no solamente contaba con sobrados elementos para defender su crédito, sino que estaba dispuesta a utilizar aquéllos en cualquier momento. Y bastó con que el Gobierno resolviese acometer el plan defensivo para que éste surtiese el efecto previsto. No fué necesario ponerlo en práctica. De antemano contábamos con que tenía que ocurrir así. Aquella disposición ministerial fué, en cierto modo, otra ley de Defensa de la República. De no haberse acudido a tiempo, el desplome de la peseta hubiese sido inevitable, e inevitable también, por consiguiente, una formidable elevación en los precios, que nos hubiese hecho caer en el abismo de la inflación.
—La creación del Centro Oficial de Contratación de Moneda fué un gran acierto. Lo podemos decir sin apasionamiento, pues ese organismo no es de iniciativa nuestra. Se creó, como es sabido, en septiembre de 1930. En todo tiempo sus servicios a la eco- nomía general del país han sido inestimables. Fué un instrumento eficacísimo de la política monetaria, sin el cual no hubiese sido posible coordinar ésta en la aplicación práctica de sus disposiciones. El Centro operó el año 1931 sobre un conjunto de 14.900 millones de francos, y en 1932 sobre 10.000 millones alrededor. Imagínese usted lo que hubiese sido de nuestro signo monetario abandonado en esa ingente
masa de operaciones- a la vorágine del mercado, avivada por todos los apetitos del agio.

Y el Sr. Carabias termina con las siguientes palabras de franco elogio para la labor del Centro de Contratación de Moneda:
—Merced a esa labor ha sido posible que España, constituya una excepción en el mercado internacional del cambio. Porque con todas las medidas restrictivas de nuestro régimen monetario, con todo el rigor que el Centro de Contratación pone en el cumplimiento de las disposiciones relativas a la re gulación y vigilancia del mercado, ningún país del mundo, entre los muchos, casi todos, que se han visto obligados a adoptar medidas semejantes, cumple sus compromisos y mantiene su crédito comercial en el exterior con mayor probidad que España.

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Tribulaciones de un ciudadano en democracia.

Aquí os dejo este diagrama de flujo. Seguro que se puede eliminar y añadir muchas cosas,  es más creo que cada persona tiene una visión al respecto y que también es muy posible que no coincida con esta.  Os invito a hacer modificaciones y/o si me hacéis llegar vuestro propio diagrama, me comprometo a publicarlo y comentarlo.

Link en el editor (flowchart.com) con este esquema.




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El Momento de España - José Calvo Sotelo

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José Calvo Sotelo (Tuy, Pontevedra, 6 de mayo de 1893 — Madrid, 13 de julio de 1936) fue un político y jurisconsulto español, ministro de Hacienda entre 1925 y 1930 (durante la Dictadura de Primo de Rivera). En un exilio autoimpuesto ser juzgado por sus responsabilidades como ministro de la dictadura durante los primeros años de la Segunda República, no obstante fue elegido diputado en todas las legislaturas, incorporándose a su escaño tras una amnistía durante el bienio radical-cedista en 1934. Destacó como líder de las fuerzas que pretendían la instauración de una monarquía autoritaria corporativista, a través del partido Renovación Española, aunque no mantuvo muy buena relación con las otras fuerzas de la derecha: la mayoritaria, partidaria de contemporizar con la República (CEDA) y las más próximas al fascismo, como Falange Española. El 12 de julio de 1936, José Castillo, teniente de la Guardia de Asalto, fue asesinado a tiros en la puerta de su casa. Las tesis apuntan a falangistas según los historiadores Paul Preston y Gabriel Jackson. aunque otros autores como Ian Gibson apuntan a carlistas pertenecientes al Tercio de requetés de Madrid. En respuesta a este asesinato, los compañeros de Castillo asesinaron a José Calvo Sotelo la madrugada de 13 de julio.

Fuente: Wikipedia

Enrique Mariné entrevista a José Calvo Sotelo  para el libro El Momento de España en 1933.


 

JOSE CALVO SOTELO
¿ Qué va a ocurrir en España?
El ilustre ex ministro de Hacienda D. José Calvo Sotelo y actual diputado electo en las Constituyentes, nos envía desde París las siguientes impresiones, tan optimistas para el futuro como impregnadas de amargura al enjuiciar el presente.
El tiempo dirá si acertó al predecir, y los lectores, según su ideología, considerarán el valor de sus apreciaciones.


El oficio de profeta está muy desacreditado, y no quisiera tomarlo a mi cargo ni siquiera por casualidad.
Ahora bien, el que enfoca el porvenir interpretando los hechos concretos presentes, puede sustituir la imaginación con la lógica, y entonces ya no actúa corno profeta.
El mañana relativamente lejano de España no me ofrece dudas. Será risueño y hermoso. Cualesquiera que fueren las vicisitudes inmediatas, por trágicos que parezcan unos u otros episodios, España está mal acostumbrada como pueblo. Quiero decir que lleva muchas décadas viviendo una vida muelle, reposada, no exenta de dolores, claro es, pero sí de catástrofes nacionales. 



Precisamente por eso es un pueblo propicio a ciertas exaltaciones hiperestésicas. Como no vivió la gran guerra, con todos sus estragos y horrores, ha cultivado otros problemas inferiores, inflándolos de modo superlativo. Como no conoció nunca el paro forzoso tentacular, ha exagerado pequeñas crisis locales o estacionales. En fin, la psicología del pueblo español es muy parecida a la del hombre sano y robusto que se queja de una jaqueca o de una caries dental como si sufriese dolencia mucho más grave. En ese ambiente de placidez, de abundancia económica—no siempre bien distribuída, justo es confesarlo—, cuestiones que de otro modo no habrían asomado o presentarían contornos muy difusoso y mínimos, tomaron proporciones hiperbólicas. Por ésas, y no por otras causas, ciertos artificios han evolucionado al rango de lesión medular. Tal el catalanismo, que si España hubiese sufrido preocupaciones dramáticas no aletearía problablemente. Tal el republicanismo, válvula expansiva por donde intoxicaron al país con sus despechos o subjetivismos sectarios gentes de toda condición, pero singularmente intelectuales y políticos. Pero lo que pudo ser preocupación literaria, superficial, ahora es cuestión de fondo, y gravísima : el catalanismo, implantado el Estatuto, degenerará pronto en problema nacional, no sólo de orden público, sino de unidad; y el republicanismo, desorbitado y desencajado por un socialismo insaciable, lleva trazas de deshacer, si Dios... y los españoles no lo impiden, la nacionalidad. De lo fútil hemos pasado a lo trascendente.„


La Historia nos enseña que los pueblos resurgen con ímpetus inesperados de sus propios descalabros. En otros términos: que la grandeza no se genera solamente en las horas de esplendor apoteósico, sino también en las de postración y dolor. Porque la mortificación es un gran estimulante para la enmienda. La tercera República francesa se fraguó en Sedán; esta Alemania ulularte, aún turbia y desorientada, pero erguida, es fruto de una derrota. España, habituada a una relativa quietud—marasmo decían los críticos--, cometió la mayor de las tonterías creando en su seno un problema político formal, fuente de desdichas y disensiones fratricidas; pero de la anemia y sangría que éstas provocan sacará fuerzas ingentes para enderezarse. Bien venidos, pues, sean los martirios, tristezas y flagelaciones actuales. Ellos servirán de enseñanza a todos, de experiencia a muchos y de penitencia a bastantes. Más o menos, todos necesitamos algo de las tres cosas. No estimábamos ciertas condiciones públicas de la vida politica—orden, autoridad, libertad económica, etcétera—en su inmenso valer intrínseco. Ahora los desposeídos se llaman a engaño y abren sus ojos. La lección no podrán olvidarla jamás.

Muchas de las cosas que parecen muertas para siempre retornarán. Para creer otra cosa hace falta tener la mirada corta o los ojos vendados. Esto es corriente entre los gobernantes, cuyo sectarismo sólo es comparable a su torpeza. mejor dicho, al desconocimiento pleno de la psicología nacional que creen servir. Volveremos, pues, a sentir, respetar y venerar símbolos, ideales, instituciones y principios que parecen definitivamente perdidos. Pero, pase lo que pase, no podrá rec,onstruirse íntegramente el pasado. Con esto que no sueñe nadie. La Historia no se in- terrumpe nunca, aunque durante meses o arios la escriban dementes o bandoleros. Uno de los errores de la República consistió en imaginarse que antes del 14 de abril no existía verdadera historia ni verdadera España. No. Aunque sucumbiese la República y retornase la monarquía, mucho de lo que aquélla ha hecho tendría que subsistir; a veces, por justo; a ratos, por consumado. Si renaciese la Monarquía, no podrían renacer las camarillas. Si renaciese la libertad religiosa, no podrían restaurarse los vínculos casi serviles entre Iglesia y Estado. Habría que indemnizar, pero no sería posible rectificar todas las expropiaciones; habría que mantener, en fin, una orientación de integralismo social, incompatible con el menor privilegio, no de índole política—que éstos ya no existían—, pero ni siquiera de orden espectacular o ceremonioso, y no digamos de orden económico. En cambio, se arrasaría implacablemente el virus marxista que está partiendo por gala en dos al pueblo español, y se procuraría a toda costa encajar en un alma indivisible y nacional los intereses paralelos que hoy parecen incompatibles...
Todo eso será o no será. Yo no profetizo. Me limito a esbozar una posibilidad. Y la complemento con una afirmación tajante, en la que estoy seguro de no errar: la política republicana de 1931-33 no puede consolidarse. España será lo que haya de ser. Pero no vivirá mucho tiempo ya en el ambiente ni con los modos triunfantes en ese, bienio pavoroso. Cuando se le mire desde lejos, parecerá al historiador un mal sueño, un sueño dantesco; tales son los posos maléficos de crueldael, plebeyez, virulencia sectarismo que destilan casi todos sus personajes, casi todas sus creaciones, casi todas sus efemérides. Con República o con Monarquía, España ha de vivir, tiene que vivir de otra manera. Esta salvaje distensión que nos escinde en bandos fruncidos de odio ese "estilo" medieval de ultrajes a la dignidad del adversario, esa "juridicidad" (?) que- consiste en matar al enemigo sólo por eso, por que es enemigo y porque contra la República no hay libertad ni para el enemigo puede haber garantías—walabras ministeriales que, sin el estrambote d un candado o una galera, pudieron pronunciarse en marzo de 1933!—; ese desprecio ineducado hacia todas las esencias tradicionales y espiritualidades castizas de! alma española está ya en período agónico., Aún aleteará días o meses el fermento morboso que de modo tan innoble desmocha las cualidades perennes de la raza, prodigando el ejemplo de la violencia y la tosquedad acá y acullá: pero, como toda tara subalterna, tiende a periclitar, falto de savia y asfixiado por la reacción ambiente, que se mide desde fuera mejor que desde dentro, y que los jerfaltes ministeriales perciben en su conciencia, aunque no en sus sentidos, embotados para todo lo que no sea fruición de mando y orgía de secta.
En definitiva, pasará la ola, dejando un reguero de desastres materiales y morales, más remediables aquéllos que éstos. La gran misión que incumbe a los otros hombres—monárquicos o republicanos-- es una tarea de pacificar. Pueden pensar en la represalia los que no tienen responsabilidad rectora. Pero no los que la sienten y saben que la felicidad de los pueblos no se labra con tránsitos epilépticos de un terror rojo o un terror blanco. En España resultaría imprudente y estéril el sistema. Después de la locura que nos zarandea, con unos gramos de serenidad, de justicia y, sobre todo, de españolismo sano, constructivo, hidalgo, que no entienda de barroquismos ni subvierta las jerarquías, España vivirá días de inefable bienestar. Ahora le falta oxígeno. Necesita retornar al aire puro.
¿Lo logrará? Indudablemente. ¿Cuándo? No lo sé. Afirmo lo primero en función de razonamientos fríos e incontrovertibles. Responder a lo segundo me llevaría a la profecía, y esto he dicho ya que no me atrae...

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