La filosofía en "Tristes Trópicos" de Claude Lévi-Strauss



Isabel me dio a leer un libro
maravilloso llamado
"Tristes Trópicos",
desde aquí le doy las gracias
por este regalo.









El 1 de noviembre de 2009, murió Claude Lévi-Strauss, tenía casi 101 años. En la wikipedia podemos leer:

Era doctor honoris causa de las universidades de Bruselas, Oxford, Chicago, Stirling, Upsal, Montreal, de la Universidad Nacional Autónoma de México, de la Universidad Nacional del Congo, de la Universidad de Visva Bhrati (India), Yale, Harvard, Johns Hopkins y Columbia.


Es muy recomendable leer su biografía y las reseñas de sus otros libros, por ejemplo, de su libro "Lo Crudo y Lo Cocido", donde habla que la palabra "cocido" no se conoce en tribus que no utilizan el fuego para cocinar, eso es obvio, pero lo que no lo parece tanto, es que tampoco conozcan la palabra "crudo". Tambien recopiló más de 800 mitos, porque opinaba que los mitos eran las ideas políticas para una sociedad que carece de ellas. Para leer más de su obra, podéis ir a esta entrada de Manuel Valdés Pizzini.


"Tristes Tropiques" es un libro que mezcla la experiencia vital del autor y las descripciones antropológicas de las tribus del Mato Grosso de Brasil, fue escrito entre el 12 de octubre de 1954 y el 5 de marzo de 1955.

Con una prosa prodigiosa (incluso traducida), Lévi-Strauss habla, con una apariencia sencilla, de muchas cosas que a menudo, descritas por otros autores, son complicadas de asimilar; música, Marxismo, religiones (Islam, del Budismo, del Cristianismo, por cierto, no recuerdo que se refiera en el libro a su religión familiar, la hebrea), de la formación educativa de Francia, de los viajes, del sentido de la vida etc.. Y por supuesto habla mucho en sentido filosófico.


La filosofía en "Tristes Trópicos".


Claude Lévi-Strauss era doctor en filosofía por la Sorbone, y se nota, aunque reniegue de su educación, las referencias a filósofos y a sus teorías son constantes en "Tristes Tropiques", y casi siempre vienen acompañadas con una crítica muy descarnada. A continuación voy a poner los parrafos que más me han llamado la atención. Mi intención no es destripar una obra tan notable, si el lector de este post, que ha llegado hasta aquí, ya tiene decidido leer "Tristes Tópicos", yo le recomiendo que no continue, solamente, que empiece a leer y se deje llevar a otro tiempo, otros lugares, un universo que no está tan lejos.


Su educación en La Sorbone.

  • Claude estudió a la vez Filosofía y Derecho, de como percibía a sus compañeros de estudiós de la década 1920-30 del siglo pasado, decía esto:

(pág.58) De un lado una «juventud» (...) ruidosa, agre­siva, preocupada por afirmarse aun al precio de la peor vulgaridad, políticamente orientada hacia la extrema derecha (de la época); del otro, adolescentes prematuramente envejecidos, discretos, retirados, habitualmente «a la izquierda», y preparándose ya para hacerse admi­tir entre esos adultos que ellos empeñosamente trataban de llegar a ser.


No hay que ser muy hábil para saber a que rama de estudios pertenecía cada grupo y después de 80 años podemos decir que, básicamente, todavía se cumple.


  • Sobre la educación que recibe en filosofía dice cosas muy duras:
Aunque Lévi-Strauss no lo nombra, critica la aplicación de la Estructura Dialéctica de Hegel, quizás porque las conclusiones de sus estudios son eminéntemente Hegelianas.

(pág.56) Allí comencé a enterarme de que todo problema, grave o fútil, se puede resolver aplicando un método siempre idéntico, que consiste en oponer dos opiniones tradicionales de la cuestión planteada: intro­ducir en la primera las razones del sentido común, que luego se destruyen por medio de la segunda; por último, se las rechaza juntas gracias a una tercera que revela el carácter igualmente parcial de las dos anteriores,(...)

Cinco años de la Sorbona se reducían al aprendizaje de esa gimna­sia cuyos peligros, no obstante, son manifiestos. En primer lugar,porque el resorte de esas recomposiciones es tan simple que no existe problema que no pueda ser abordado de esa manera. (...)

Desde este punto de vista, la enseñanza filosófica adiestraba la inteligencia al mismo tiempo que resecaba el espíritu.

Estos párrafos fueron muy duros para mí, pero sólo me cabe quitarme el sombrero, y dar la razón al autor, pero, la culpa no la tienen las herramientas, ¡es cómo se utilizan!.

La filosofía no era "ancilla scientiarum" [esclava de las ciencias], la servidora y auxiliar de la exploración científica, sino una especie de contemplación estética de la conciencia por sí misma.(...)

La ense­ñanza filosófica era comparable a la de una historia del arte que proclamara al gótico necesariamente superior al románico y, dentro del primero, el flamígero más perfecto que el primitivo, pero donde nadie se cuestionara sobre lo bello y sobre lo que no lo es.

Las teorías de Freud.


(pág.60) Cuando conocí las teorías de Freud, se me presentaron con toda naturalidad como la aplicación al hombre individual de un método cuyo canon estaba representado por la geología. (...) A diferencia de la historia de los historiadores, la del geólogo tanto como la del psicoanalista intenta proyectar en el tiempo, un poco a la manera de un cuadro vivo, ciertas propiedades fundamentales del universo físico o psíquico.


Marx.

(pág. 61) Hacia los diecisiete años fui iniciado en el marxismo por un joven socialista (...) La lectura de Marx me arrebató tanto más cuanto que a través de ese gran pensamiento tomaba contacto por primera vez con la corriente filosófica que va de Kant a Hegel; todo un mundo se me revelaba. Desde entonces, este fervor nunca se vio contrariado (...)

Por otra parte, no se trata de saber si Marx previo con exactitud tal o cual acontecimiento de la historia. Después de Rousseau, y de una manera que me parecedecisiva, Marx enseñó que la ciencia social ya no se construye en el plano de los acontecimientos, así como tampoco la física se edifica sobre los datos de la sensibilidad: la finalidad es construir un modelo,
estudiar sus propiedades y las diferentes maneras como reacciona en el laboratorio, para aplicar seguidamente esas observaciones a la interpretación de lo que ocurre empíricamente, y que puede hallarse muy alejado de las previsiones.


El Existencialismo.


(pág.62) En cuanto a la corriente de pensamiento que iba a expandirse con el existencialismo, me parecía lo contrario de una reflexión válida por la complacencia que manifiesta para las ilusiones de la subjetivi­dad.
Esta promoción de las preocupaciones personales a la dignidad
de problemas filosóficos corre demasiado riesgo de llegar a una suerte de metafísica para modistillas, aceptable como procedimiento didác­tico, pero muy peligrosa si interfiere con esa misión que se asigna a la filosofía hasta que la ciencia sea lo suficientemente fuerte para reemplazarla, que consiste en comprender al ser no en relación a mí, sino en relación a sí mismo. En lugar de terminar con la metafísica, la fenomenología y el existencialismo introducían dos métodos para proporcionarle coartadas.

No estoy para nada de acuerdo con esta reflexión, pues para Sartre, es el individuo, el único responsable de sus actos. Su crítica a la metafísica es la heredada de la filosofía Kant.


Durkheim.

(pág. 63) Llegué en estado de abierta insurrección contra Durkheim y contra toda tentativa de utili­zar la sociología con fines metafísicos. Por cierto, yo no podía ayudar a alzar las viejas murallas justamente cuando, con todas mis fuerzas, intentaba ampliar mi horizonte.


Lévi-Strauss está en contra de la crítica de Durkhein al Contrato Social de Rousseau, y también, porque la concepción del estado enfrentan a Durkheim y Marx, y por eso me encanta la frase que he puesto resaltada.

La subjetividad en el trabajo de Etnográfo, ¿se debe juzgar a las sociedades?.

(Pág.440) Así pues, la oposición entre dos actitudes del etnógrafo —crítico a domicilio y conformista afuera—, oculta otra a la cual le resulta más difícil escapar. Si quiere contribuir a un mejoramiento de su ré­gimen social debe condenar, en cualquier lugar donde existan, las condiciones análogas a las que quiere derribar, y pierde su obje­tividad y su imparcialidad. Por otro lado, el desapego que le impo­nen el escrúpulo moral y el rigor científico lo previene de criticar su propia sociedad, dado que no quiere juzgar a ninguna, con el fin de conocerlas a todas. Si actúa en su medio, se priva de comprender el resto; pero, si quiere comprender todo, renunciará a cambiar nada.


Si la contradicción fuera insuperable, el etnógrafo no debería titubear sobre el término de la alternativa que le toca: es etnógrafo y él lo ha querido así; que acepte la mutilación complementaria de su vocación. Ha elegido a los otros y debe sufrir las consecuencias de esa opción: su papel será sólo el de comprender a esos otros, en nombre de quienes no puede actuar, ya que el solo hecho de que sean otros le impide pensar o querer en su lugar, lo cual equival­dría a identificarse con ellos. Además, renunciará a la acción en su sociedad por miedo a tomar posición frente a valores que pueden volver a encontrarse en sociedades diferentes (podría introducirse el prejuicio en su pensamiento.

(...) Ninguna sociedad es perfecta. Todas implican por naturaleza una impureza incompatible con las normas que proclaman y que se traduce concretamente por una cierta dosis de injusticia, de insensibilidad, de crueldad. ¿Cómo evaluar esta dosis? La investigación etnográfica lo consigue. Pues si es cierto que la comparación de un pequeño número de sociedades las hace aparecer muy distintas en­tre sí, esas diferencias se atenúan cuando el campo de investigación se amplía. Se descubre entonces que ninguna sociedad es profunda­mente buena; pero ninguna es absolutamente mala; todas ofrecen ciertas ventajas a sus miembros, teniendo en cuenta un residuo de iniquidad cuya importancia aparece más o menos constante y que quizá corresponde a una inercia específica que se opone, en el plano de la vida social, a los esfuerzos de organización.

La admiración por Rousseau.

(pág. 444) Rous­seau, el más etnógrafo de los filósofos, si bien nunca viajó a tierras lejanas, poseía una documentación tan completa cuanto era posible para un hombre de su tiempo, y él la vivificaba —a diferencia de Voltaire— mediante una curiosidad plena de simpatía por las cos­tumbres campesinas y el pensamiento popular; Rousseau, nuestro maestro, Rousseau, nuestro hermano, hacia quien demostramos tan­ta ingratitud, pero a quien cada página de este libro hubiera podido ser dedicada, si el hombre no fuera indigno de su gran memoria.

Son innumerables los párrafos donde se reivindica a Rousseau.

(pág. 445) Rousseau sin duda tenía razón en creer que, para nuestra feli­cidad, más hubiera valido que la humanidad mantuviera «un justo medio entre la indolencia del estado primitivo y la petulante acti­vidad de nuestro amor propio»; que ese estado era «el mejor para el hombre» y que para salir de él ha sido necesaria «alguna funesta casualidad» donde se puede reconocer ese fenómeno doblemente ex­cepcional —como único y como tardío— que es el advenimiento de la civilización mecánica.

Crítica al Islam.

(pág. 457) Todo el Islam parece ser, en efecto, un método para desarrollar en el espíritu de los creyentes conflictos insuperables, a riesgo de salvarlos después proponiéndoles soluciones de una gran simplicidad (pero demasiado grande). Con una mano se los precipita, con la otra se los detiene al borde del abismo. ¿Os inquieta la virtud de vuestras esposas e hijas mientras estáis en campaña? Nada más sim­ple:
veladlas y enclaustradlas. Así es como se llega a la burkah mo­derna, semejante a un aparato ortopédico, con su corte complicado, sus rejas de pasamanería (...) Pero, de esta manera, la barrera de la preocupación sólo se ha desplazado; ahora, será suficiente con que alguien roce a vuestra mujer para deshonraros, os atormentaréis más aún. Una franca conversación con jóvenes musulmanes enseña dos cosas: pri­mero,que están obsesionados por el problema de la virginidad pre­nupcial y de la fidelidad ulterior; seguidamente, que la pardah, es decir la segregación de las mujeres, en un sentido obsta a las intri­gas amorosas pero en otros las favorece, por la atribución de un mundo propio a las mujeres, del que sólo ellas conocen los vericue­tos.

Desvalijadores de harenes en su juventud, tienen buenas razones para volverse sus guardianes una vez casados.

(pág.458) La frater­nidad islámica es la inversa de una exclusión de los infieles que no se puede confesar, pues reconocerla como tal equivaldría a recononocer a aquéllos como existentes.



Defensa del Budismo.


(pág. 460) Sin duda, en ese fondo oriental, el Islam y el budismo se han opuesto cada uno a su manera, oponiéndose uno al otro. Pero para comprender su relación no hay que comparar al Islam y al budismo encarándolos según la forma histórica que asumían cuando entraron en contacto; pues uno tenía entonces cinco siglos de existencia y el otro cerca de veinte. A pesar de esta distancia, ambos deben ser restituidos a su floración que, para el budismo, se respira tan fresca delante de sus primeros monumentos como cerca de sus más humil­des manifestaciones de hoy.

(pág. 461) Ninguna estatuaria procura un sentimiento más pro­fundo de paz y familiaridad que ésta, con sus mujeres castamente impúdicas y su sensualidad maternal que se complace en la oposición delas madres-amantes y de las muchachas enclaustradas, que se opo­nen ambas a las amantes enclaustradas de la India no búdica.


(pág.462) Los hombres han hecho tres grandes tentativas religiosas para liberarse de la persecución de los muertos, de la malevolencia del más allá y de las angustias de la magia. Separados por el intervalo aproximado de medio milenio, han concebido sucesivamente el bu­dismo, el cristianismo y el Islam; y asombra que cada etapa, lejos demarcar un progreso sobre la precedente, muestre más bien un retroceso.
No hay más allá para el budismo; allí todo se reduce a
una crítica radical, como nunca más la humanidad será capaz de hacerla, al término de la cual el sabio desemboca en un rechazo del
sentido de las cosas y de los seres: disciplina que anula el uni­
verso y que se anula a sí misma como religión.


El Hombre.

(pág.466) El mundo comenzó sin el hombre y terminará sin él. Las institu­ciones, las costumbres y los usos, que yo habré inventariado en el transcurso de mi vida, son la eflorescencia pasajera de una creación en relación con la cual quizá no posean otro sentido que el de per­mitir a la humanidad cumplir allí su papel. Lejos de que ese papel le marque un lugar independiente, y de que el esfuerzo del hombre —aun condenado— consista en oponerse vanamente a una decaden­cia universal, aparece él mismo como una máquina, quizá más per­feccionada que las otras, que trabaja por la disgregación un orden original y precipita una materia poderosamente organizada hacia una inerciasiempre mayor, que un día será definitiva.

Desde que comen­zó respirar y a alimentarse hasta la invención de los instrumentos termonucleares y atómicos, pasando por el descubrimiento del fue­go —y salvo cuando se reproduce a sí mismo— el hombre no ha hecho nada más que disociar alegremente millares de estructuras para reducirlas a un estado donde ya no son susceptibles de integra­ción.
Sin duda, ha construido ciudades y ha cultivado campos; pero, cuando se piensa en ello, esas realizaciones son máquinas destinadas a producir inercia a un ritmo y en una proporción infinitamente más elevados que la cantidad de organización que implican.

[Última página, último párrafo](...) durante los breves intervalos en que nuestra especiesoporta suspender su trabajo de colmena, en aprehender la esencia lo que fue y continúa siendo más acá del pensamiento y más allá de la sociedad: en la contemplación de un mineral más be­llo que todas nuestras obras, en el perfume, más sabio que nuestros libros, respirado en el hueco de un lirio, o en el guiño cargado de paciencia,de serenidad y de perdón recíproco que un acuerdo invo­luntario te permite a veces intercambiar con un gato.


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