El cuadro de la entrada en la Asamblea de Madrid
Salgo de un edificio acristalado y ya estoy a punto de pasar la barrera de seguridad, cuando pienso que ese, es un punto de no retorno. Según la nueva normativa que ha aprobado el actual gobierno de la Comunidad de Madrid, sólo me permitirá ver lo que quiero si soy invitado. Mis pies dan marcha atrás y se dirigen al edificio de enfrente.
Una mesa en la entrada sirve de apoyo a dos ujieres con aspecto anacrónico.
Me parece que elijo muchas palabras para decir algo muy sencillo:
-Hola, acabo de salir de una rueda de prensa en el edificio de ahí, y como quiera que he pensado que ya que estoy aquí, venía a ver si podía pasar para a echarle un vistazo al cuadro de AntonioLópez que tienen por aquí.
Cuando el ujier más mayor procesa toda mis palabras, me mira con orgullo y me dice:
- Claro, está a la vuelta.- A la vez que me indica el camino con el brazo.
Siempre he pensado que el título del cuadro ya es en sí, toda una declaración de intenciones, ¿acaso independentistas?, no lo creo, me inclino a pensar que es el resultado de una mentalidad compartida por los madrileños que pasan de los sesenta, que hace que Madrid sea "Madrid" y Vallecas un pueblo.
Me acerco pegado a la pared en la que está colgado como a unos quince metros, voy hacia el pero poco a poco me alejo de la vertical del cuadro para obtener la distancia que una pintura hiper-realista necesita.
Unos metros más y ya estoy mirando a "Madrid desde Vallecas".
Me quedo sin respiración porque mi iris no es capaz de absorber tanta información en el tiempo en el que mi cerebro se lo pide. Las manchas de color que se componen en mi cabeza, aunque todavía no llegan a distinguir los edificios, me llevan a la conclusión de que ¡Sí!, ¡ahí está Madrid, su luz, su color, su cielo!.
La pintura está dividida en cuatro lienzos y aunque sus uniones son claramente perceptibles la cantidad de detalles de la pintura hace que el observador descuente esta característica desde el principio.
El autor está, en lo que parece la azotea de un edificio y en la parte inferior derecha vemos su sustento. La abombada barra de seguridad que delimita la escalera de acceso, nace de la cornisa que se sitúa en el centro de la pintura, y cruza este cuarto inferior del cuadro. El protagonismo de la azotea podría desviar la atención del resto de la pintura, pero lo retorcido de la barra compensa la peligrosa ruta de escape que pudiera tomar la mirada del que observa.
Las zonas verdes que se ven en derredor del cuarto inferior derecho, a la vez del edificio que sirve de atalaya al pintor, tienen la forma característica del monte de las siete tetas deVallecas. Luego, el observador tiene la perspectiva magistral del autor para recorrer el cuadro en diagonal, de izquierda a derecha.
Los edificios más cercanos, son los humildes del pueblo de Vallecas y están en el cuarto inferior izquierda. También hacia la mitad de esta zona, el ojo del observador se tropieza con una grúa de un edificio en construcción. Cabe preguntarse, cuando detuvo para siempre el pintor, la construcción de esta obra. La duración del proceso de creación de esta pintura debió permitir al autor elegir cualquier punto de su desarrollo, desde la no iniciación hasta, seguramente, el acabado completo del edificio.
Luego ya sólo queda deleitarse por una masa compuesta por una infinidad de rayas verticales y horizontales, manchas de color y de luz reflejada por los tejados. Sólo el cielo es capaz de contener esta masa, un cielo castellano venido a señorial y obrero a la vez, y que ocupa casi la mitad superior de la pintura. La "boina" de los gases producidos por las industrias, calefacciones y coches, que flota por encima de los edificios de Madrid, se difumina para convertirse el un cielo azul ultra-continental. Es esa clase de cielo duro y extremo que no deja intuir el mar.
A la derecha del cuadro hay una tarjeta que reza: "Madrid desde Vallecas", "Antonio López", "Obra cedida por Caja Madrid"
Una mesa en la entrada sirve de apoyo a dos ujieres con aspecto anacrónico.
Me parece que elijo muchas palabras para decir algo muy sencillo:
-Hola, acabo de salir de una rueda de prensa en el edificio de ahí, y como quiera que he pensado que ya que estoy aquí, venía a ver si podía pasar para a echarle un vistazo al cuadro de AntonioLópez que tienen por aquí.
Cuando el ujier más mayor procesa toda mis palabras, me mira con orgullo y me dice:
- Claro, está a la vuelta.- A la vez que me indica el camino con el brazo.
Siempre he pensado que el título del cuadro ya es en sí, toda una declaración de intenciones, ¿acaso independentistas?, no lo creo, me inclino a pensar que es el resultado de una mentalidad compartida por los madrileños que pasan de los sesenta, que hace que Madrid sea "Madrid" y Vallecas un pueblo.
Me acerco pegado a la pared en la que está colgado como a unos quince metros, voy hacia el pero poco a poco me alejo de la vertical del cuadro para obtener la distancia que una pintura hiper-realista necesita.
Unos metros más y ya estoy mirando a "Madrid desde Vallecas".
Me quedo sin respiración porque mi iris no es capaz de absorber tanta información en el tiempo en el que mi cerebro se lo pide. Las manchas de color que se componen en mi cabeza, aunque todavía no llegan a distinguir los edificios, me llevan a la conclusión de que ¡Sí!, ¡ahí está Madrid, su luz, su color, su cielo!.
La pintura está dividida en cuatro lienzos y aunque sus uniones son claramente perceptibles la cantidad de detalles de la pintura hace que el observador descuente esta característica desde el principio.
El autor está, en lo que parece la azotea de un edificio y en la parte inferior derecha vemos su sustento. La abombada barra de seguridad que delimita la escalera de acceso, nace de la cornisa que se sitúa en el centro de la pintura, y cruza este cuarto inferior del cuadro. El protagonismo de la azotea podría desviar la atención del resto de la pintura, pero lo retorcido de la barra compensa la peligrosa ruta de escape que pudiera tomar la mirada del que observa.
Las zonas verdes que se ven en derredor del cuarto inferior derecho, a la vez del edificio que sirve de atalaya al pintor, tienen la forma característica del monte de las siete tetas deVallecas. Luego, el observador tiene la perspectiva magistral del autor para recorrer el cuadro en diagonal, de izquierda a derecha.
Los edificios más cercanos, son los humildes del pueblo de Vallecas y están en el cuarto inferior izquierda. También hacia la mitad de esta zona, el ojo del observador se tropieza con una grúa de un edificio en construcción. Cabe preguntarse, cuando detuvo para siempre el pintor, la construcción de esta obra. La duración del proceso de creación de esta pintura debió permitir al autor elegir cualquier punto de su desarrollo, desde la no iniciación hasta, seguramente, el acabado completo del edificio.
Luego ya sólo queda deleitarse por una masa compuesta por una infinidad de rayas verticales y horizontales, manchas de color y de luz reflejada por los tejados. Sólo el cielo es capaz de contener esta masa, un cielo castellano venido a señorial y obrero a la vez, y que ocupa casi la mitad superior de la pintura. La "boina" de los gases producidos por las industrias, calefacciones y coches, que flota por encima de los edificios de Madrid, se difumina para convertirse el un cielo azul ultra-continental. Es esa clase de cielo duro y extremo que no deja intuir el mar.
A la derecha del cuadro hay una tarjeta que reza: "Madrid desde Vallecas", "Antonio López", "Obra cedida por Caja Madrid"
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