El 15-M se la juega a un todo o nada; pues va a ser que nada.

Foto: Vicent González

Las contradicciones ideológicas del #15M son grandes, reconducir el movimiento para que pueda modificar efectivamente la realidad, necesita de líderes y una actitud comprometida con toda la sociedad.

El #15M empezó con el ideal de una democracia real, se asumía que la democracia era el mejor sistema pero que adolecía de participación ciudadana y una gestión eficiente de los recursos públicos. Esas premisas nos causaron una tremenda empatía. Pues bien, en la virtud de esos ideales, el 15M pecó de ambición al hacer del #15M un movimiento revolucionario y después, por la falta de valentía para llevar sus peticiones por los trámites y por los órganos que sí son democráticos; asumió que lo dicho en las asambleas eran realmente la voluntad del pueblo, cosa que es falaz y que no negociaría con los partidos políticos sus decisiones.  No tengo duda que si el 15M voló y acumuló apoyos a raiz de las cagas de los “mozos” en la Pza. Catalunya de Barcelona, perdió toda su credibilidad transformadora, primero, agrediendo a los diputados catalanes a las puertas del Parlament y segundo, manifestándose ante la constitución de los Ayuntamientos de España, coreando un gratuito “no nos representan” que les ha llevado a una endogamia estéril.

Desde entonces han ido perdiendo apoyo popular, como muestra su cada vez más paupérrima capacidad de convocatoria en las manifestaciones, puesto que la manera  de transladar sus peticiones para transformar la sociedad resulta pueril, en tanto en cuanto no acuerden esas decisiones con los partidos políticos. Pedir que un movimiento Revolucionario, que se queda a mucha distancia de transformar el sistema, se domestique y elija el camino que ellos mismo han machacado es muy difícil porque les puede partir en pedazos internamente, pero, o es eso, o es nada. 

15M, bienvenidos a la Democracia Real, en donde las decisiones cuestan caras, pero se toman para avanzar por el bien de todos y todas.