1º de Mayo. Día del trabajo

A continuación tenéis un extracto de una novela de Ramiro Pinilla, donde explica el motivo de la celebración de el 1º de Mayo, en boca de mineros integrantes de la agrupación socialista de la Arboleda (Bilbao) de 1890. Pertenece a “Verdes Valles, Colinas Rojas/La Tierra Convulsa.” Ed. Tusquet. Nº552

-El primero de Mayo nació en Chicago -dice Eduardo.

-¡No quiero saber nada de...! -digo.

-Corría el año 1886 -dice Eduardo-. El movimiento obrero mundial no había conseguido unirse hasta entonces. Y ocurrió en Norteamérica, la nueva nación en la que tantos habían depositado tantas esperanzas de libertad. La reclamación que unió a los obreros fue:

« ¡Ocho horas de trabajo! ¡Ocho horas de descanso! ¡Ocho horas de Educación! ».

-¡Nuestro grito de las minas! -dice Marcelo.

-Hubo miles de huelgas y casi medio millón de trabajadores en la calle -dice Eduardo-. ¡Jamás el Mundo había conocido nada semejante! Los patronos se estremecieron y algunos aceptaron las ocho horas

-¡Trunk, trunk, trunk! -dice Marcelo.

-Pero la mayoría de los empresarios endurecieron sus posturas contra aquellos rebeldes a los que, dijeron, había que arrebatar su orgullo para que siguieran siendo maquinas humanas de trabajo. La prensa patronal escribía que el problema social sólo se solucionaría con la prisión y los trabajos forzados. Lo cumplieron con creces: en una ciudad, la policía disparó contra los manifestantes y mató a nueve. Masas de huelguistas acudían a la puerta de las fábricas a abuchear a los esquiroles, ya Chicago fueron enviadas numerosas fuerzas policiales con fusiles de repetición, y los usaron contra la muchedumbre de trabajadores, causando una masacre: seis muertos y cincuenta heridos. La prensa obrera anunció que la guerra de clases había empezado, que los trabajadores responderían al Terror blanco con el Tenor Rojo. Decían: «¡ Tened coraje, esclavos! ¡levantaos! ». Horas después, hubo un mitin de protesta en la plaza del mercarlo de heno de la misma Chicago, una manifestación pacífica, y se reunieron quince mil personas. Hablaron varios líderes obreros subidos a un carro. Podemos imaginarnos las duras denuncias que dirigieron a la fuerza armada de represión. De pronto, apareció la policía y comenzó a disparar contra la gente que escuchaba. Parece y que un anarquista alemán arrojó una bomba contra los policías, matando a varios. Llegaron refuerzos e iniciaron un fuego cerrado contra las personas que aún seguían en la plaza. La prensa burguesa diría después que cayeron más de cincuenta«agitadores», pero la cifra se queda muy corta. Se implantó en Chicago el estado de sitio, el ejército ocupó los barrios obreros y se practicaron innumerables detenciones. La Justicia centró su venganza en los que habían dirigido la palabra a la multitud. Las únicas pruebas contra ellos serían las declaraciones bajo juramento de los testigos. El ministerio público utilizó falsos testimonios. Se pidió la pena de muerte para los acusados sin ninguna prueba de que hubieran ejercido la violencia. El comportamiento de los reos durante e1 juicio fue admirable. Uno habló al juez como representante de una clase dirigiéndose al representante de otra, y le acuso de ser un mandado de los banqueros. Otro emocionó a muchos exponiendo la cruel explotación de clase que había sufrido, primero en Europa luego en América. Un tercero declaró que la sociedad capitalista sea apoya en la fuerza, en la violencia de todo tipo que ejercen los de arriba contra los de abajo. Y así los demás. Acabaron pidiendo que les colgaran si con ello ayudaban a que avanzasen en el mundo las ideas socialistas.

«Había sido procesado, también, otro que se llamaba Pearsons, Parsons o algo así, que pudo huir cuando sus compañeros fueron apresados; pues bien: este valiente abandonó su seguro refugio y se entregó para correr la suerte de sus amigos, y éstas fueron las palabras que pronunció, palabras que yo nunca olvidaré: "... para subir también al cadalso por los derechos del trabajo, la causa de la libertad y la justicia para los explotados".»

Fue un juicio vergonzoso. Fue el juicio de una clase contra otra. Uno de los jurados llegaría a confesar a sus amigos que el proceso sobraba, pues, en cualquier caso, los hombres que se sentaban en el banquillo estaban sentenciados de antemano a ir a la horca. ¿Razones? También las dijo:"Son hombres demasiado sacrificados, demasiado inteligentes y demasiado peligrosos para nuestros privilegios".

-¡Malditos! -dice Marcelo.

-Los ocho procesados fueron condenados a la horca, aunque a dos se les rebajó el castigo. Se apeló, pero el Tribunal Supremo de los Estados Unidos confirmó la sentencia. Los colgaron en el patio de una prisión rodeada por tropas que contenían a la multitud. Murieron con valor. Uno de ellos, en el momento de abrirse la trampa bajo sus pies, pronunció:«Éste es el momento más feliz de mi vida».

Nadie habla alrededor de la mesa. Miro a Isidora: sus ojos están mojados. No lo entiendo: ¿acaso eran parientes suyos? Ahora ha levantado la cabeza y me mira, y no veo en su cara rastro de Getxo.

-En Altubena yo siempre trabajo más de ocho horas y no me quejo a nadie -digo.”

Es una pena que este año haya cuatro manifestaciones para celebrar el día de los trabajadores. Una razón, quizás pueda ser, que el movimiento obrero se quedó satisfecho con las ocho horas de trabajo, pero se olvidó de las 8 horas de educación…





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