El Momento de España - Diego Hidalgo

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Diego Hidalgo Durán (Los Santos de Maimona, Badajoz, 13 de febrero de 1886 - Madrid, 31 de enero de 1961) fue un notario, político radical e intelectual español. Fue ministro de Guerra durante la Segunda República y encargado de sofocar la revolución de Asturias de 1934.

Fuente: Wikipedia
Foto: HISTORIAS DELOS SANTOS DE MAIMONA

Enrique Mariné entrevista a  Diego Hidalgo  para el libro El Momento de España en 1933.


 

Diego Hidalgo

El problema agrario en Extremadura.

Don Diego Hidalgo, diputado por Badajoz en las Cortes Constituyentes, expone en este capítulo una breve síntesis de sus juicios acerca de la Reforma Agraria y, singularmente, del estado del campo extremeño. Parecíame que el elocuente orador, que con tanto acierto supo llevar la voz de su partido y, en general, de las oposiciones al discutirse los proyectos del Gobierno en este orden, era el político que con mayor autoridad y más conocimiento de antecedentes y de resultados podía satisfacer el anhelo de referencias fidedignas, serenas, verdaderamente imparciales que se advierte en la opinión.
Y el Sr. Hidalgo, que ha atendido en el acto mi requerimiento, comienza así:
—Enfocado genéricamente el problema agrario, he de decir, ante todo, que la República trajo fatalmente la inquietud al campo extremeño, como al andaluz...
—¿Por qué "fatalmente"?—pregunto.
—Porque ya todos, allí como en el resto de España, estaban enterados de que la Revolución no significaba un mero cambio de forma de Gobierno, sino que debía ser una modificación substancial en
las normas de la propiedad y, especialmente, de la propiedad sobre la tierra.


Para mí, como para todos los republicanos históricos, estaba descontado que la República abordaría este problema, porque ya Lerroux, en 1908, al fundar el partido radical, lo impuso en su progra'ma con el designio de llegar por etapas al ideal de que todo arrendatario pudiese ganar la propiedad del terreno que cultivaba.
Por eso, el primer error de los gobernantes actuales—prosigue el Sr. Hidalgo—fué dejar en segundo término este problema primordial, esperando más de un ario para llevar a las Cortes el proyecto de ley que tendía a resolverlo.
Y fueron también errores de esos gobernantes: nombrar una Comisión técnica que enfocó mal el problema, mirando esencialmente a la resolución del paro obrero, siendo así que la Reforma agraria tiene hoy una finalidad más substancial y de resultados más lejanos, y perder siete meses sin procurar por todos los medios que la ley agraria, aprobada, pueda ser pronto puesta en ejecución.
—Cierto—interrumpo--; pero a esta afirmación rotunda, el Instituto diría que, precisamente para poner en vigor la ley, se ocupa en los trabajos preparatorios, como son, entre otros, las declaraciones de fincas afectadas y la formación del censo de campesinos que han de ser asentados...
—El Instituto ha fracado rotundamente, ante todo--porsigue nuestro interlocutor—, porque a los sic- te meses de votada la ley no ha dado cima al complemento más importante de la reforma, a la creación del Banco Agrícola, sin el cual la ley será un mito y la innovación una farsa. Y ha debido poner los jalones para la concentración parcelaria, y presentar mucho antes el proyecto de ley de Arrendamientos, y dictar disposiciones para redimir los foros, y para el rescate de los bienes comunales de los Ayuntamientos ha debido dictar las reglas transitorias, obligada precaución en toda reforma legislativas, y revisar la ley Hipotecaria, unificando el Catastro y el 'Registro de la Propiedad y, en fin, ha debido dar una Ordenanza de la ley Agraria para vulgarizar el conocimiento de este problema, facilitando la labor de los propietarios sometidos a ella y orientando a los campesinos que han de ser sus beneficiarios.
De modo que los trastornos que lleva consigo una. leforma agraria han sido mayores y serán de más duración por la lenidad del órgano encargado de aplicarla.
Aquí, el informador, que acecha el momento de seguir el interrogatorio que se ha trazado "in mente", pregunta al diputado extremeño cuáles han sido hasta ahora los efectos de la Reforma Agraria en aquellos campos.
—La situación de esta zona—contesta el Sr.Hi- dalgo---es, por parte de los campesinos, de un enor- me deseo de cultivar tierras propias; por parte de las autoridades, de falta de valor para oponerse a las
roturaciones arbitrarias, que no sólo lesionan la propiedad privada, sino que atacan a la riqueza nacional, y por el lado de los propietarios, de duda, de indecisión acerca de cuáles van a ser sus derechos y cuáles sus deberes. La situación es, pues, en aquella zona de intranquilidad, de interinidad, lo contrario de la seguridad y la certidumbre que necesitan tanto la agricultura como las industrias agrícolas para subsistir y prosperar.
—¿Y por lo que respecta a la intensificación de cultivos?
—Esa ley, dictada especialmente para Badajoz y ampliada luego a varias provincias colindantes, si se hubiera ejecutado rectamente y conforme a los dictados de la técnica, habría dado excelentes resultados; pero, desgraciadamente, ni las autoridades provinciales ni los técnicos han cumplido aquellos de sus Preceptos que garantizan y defienden la propiedad. sino que han procedido al dictado de las Casas dP! Pueblo.
No olvidemos que el obrero español—sin culpa suya ciertamente—, carece de toda preparación científica; es rutinario; ignora que el cultivo de cereales en tierras no aptas para esa clase de labores encarece en primer lugar el producto y, además, que es antieconómico forzar la producción cuando hoy, en años normales, las superficies cultivadas dan suficiente grano para el consumo nacional.
—¿Qué efectos ha producido la intensificación desordenada que usted censura?
—Pues verá usted : algunos obreros extremeños, unas veces por esa ley mal aplicada y otras por la violencia y la arbitrariedad, han logrado con las llamadas roturaciones hacer medianos o malos barbechos para las siembras próximas; pero no están satisfechos, primero porque esos repartos no se acomodan a la ley, y ellos sienten y desean la legalidad, y segundo, porque ignoran si se les darán medios econémicos para cultivar las tierras, ya que las tierras solas no les sirven para nada.
Pero el problema fundamental que ha creado esta lamentable dejación del Poder público en todo cuanto se refiere al campo. es el de la producción cerealista.
Si se aumenta el área cultivada, aumenta la producción y baja el precio del producto; con aquel aumento disminuye la ganadería y disminuye el consumo de piensos, y estamos abocados a una superproducción que sería trágica, pues sin ninguna posibilidad de exportar, el precio del producto, ya saturado el mercado, sería muy inferior a su coste, y vendría la crisis, en la que el esfuerzo del capital y e.' esfuerzo del trabajo serían baldíos.
Y es aterrador pensar en las consecuencias que ello habría de traer a todo el país, especialmente a la industria nacional, ya que las zonas agrícolas son sus principales consumidoras.
—¿Y qué opinión tienen los campesinos de los asentamientos?
—Los asentamientos deben ser sólo una faceta de
la Reforma Agraria. Darán resultados—según el sentir de los obreros extremeños--, si el asentado llega a ser propietario, aunque su dominio esté limitado y no pueda disponer de la tierra por actos intervivos. Pero si el asentamiento se reduce a entregar al obrero del campo una tierra que no será suya, ni podrá serlo nunca, el campesino irá a obtener un beneficio inmediato, pero no mejorará, ni amará la tierra, y seguirá sintiéndose siervo, ayer del patrono, mañana del Estado.
—Antes se ha referido usted a las Casas del Pueblo. ¿ Quiere decirme cuál es la situación de las organizaciones obreras en Extremadura?
—Allí existe el malestar consiguiente al dominio absoluto de las Casas del Pueblo. Las Bolsas del Trabajo de ellas dependientes no lo dan más que a los afiliados a la U. G. T., sistema abusivo e ilegal. Si la ley es esencialmente de protección al trabajador, ha de ser igual para todos ellos, cualquiera que sea su filiación política. Y, como consecuencia de ello, el malestar producido entre los obreros del cam-
. po aumenta y se multiplican las deserciones socialistas a otros partidos políticos y hacia la Confederación Nacional del Trabajo.
...?
—No, yo no creo en ninguna organización seria de carácter anarcosindicalista ni comunista. Habrá, tal vez, focos aislados, de escaso valor numérico. El obrero extremeño es pacífico y laborioso, y tiene un arraigado sentimiento de honradez; pero es menester,
para que no se repitan, y en mayor escala, los aislados atropellos a la propiedad (casi siempre inspirados por el hambre o por los vividores del obrerismo), que llegue a él siquiera algo de lo que se le ha prometido en las propagandas de los hombres de la Revolución...
No es posible llevar más adelante el interrogatorio sin riesgo de cansar al amable interlocutor y al lector paciente, y así, el informador cierra el capítulo del estado del campo extremeño formulando la última interrogación:
--¿Cuál sería, a juicio de usted, el mejor medio de resolver el problema agrario en Extremadura?
—Creo que podría resolverse bien si se lograse asentar a los campesinos en tierras húmedas y de buena calidad, si con asesoramiento técnico se fomentan nuevos cultivos y si se consiguiese, asimismo, que organizaciones obreras con moral societaria, desprovistas de fines políticos y con aquellos asesoramientos, comenzasen las explotaciones colectivas, siquiera fuera por vía de ensayo...


1 comentarios:

Unknown dijo...

Me obsequiaron lote de libros, entre ellos Nueva York Impresiones de un español del siglo XIX que no sabe inglés, de Diego Hidalgo. Al abrirlo encontré una carta, todo un folio, de don Diego, a su amigo Don Isaac Rubio (Durango, Méjico)firmada por don Diego. Si les interesa el documento, comunicarse. Gracias.

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