Germán, el campesino. Parte II

(Viene de aquí)
Me sorprendo de que lo que veo no me duela, un trozo de metal ha atravesado el pantalón y está clavado en mi pierna, pero no noto nada. Ahora ya sí noto como un líquido se escurre hasta dentro de mis botas y empiezo a sentir la pierna fría porque el líquido es mi sangre, y el aire que corre en el prao la enfría. Empiezo a sentir un dolor agudo en la zona más húmeda de la pierna y me dejo caer sobre la hierba. Pienso en lo que puedo hacer, no sé si quitarme la hoja que tengo clavada, pero me la quito. Veo que el trozo de metal es más grande de lo que me parecía y noto como la sangre que se escurre por dentro del pantalón es cada vez mayor. Suelto el pañuelo que tengo al cuello y lo ato alrededor del muslo con un nudo fuerte a la altura de la herida. Me ayudo del mango de la guadaña para levantarme e intento andar hacia el tractor que está como a quinientos metros, pero voy lento porque no puedo apoyar mi pierna izquierda. Pienso en el tiempo que voy a tardar hasta que me atiendan. A este ritmo, tardaré media hora hasta el tractor, otra media hora hasta mi casa, donde tengo que coger el coche y todavía tardaré unos quince minutos hasta la casa del médico. Espero que en hora y cuarto ya me puedan coser y la cosa no pase a mayores. Si Emilio está en su casa, me podrá llevar él en mi coche, porque con la sangre que estoy echando, el suyo se lo pondría perdido. De las cinco casas que tengo alrededor de la mía, la única donde vive alguien es la de Emilio, que además, es mi mejor amigo.

(continúa Aquí)

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