Germán, el campesino. Parte III
(Viene de Aquí)
Emilio tiene unos diez años más que yo, ha viajado mucho y es muy listo con la mecánica y con todo. Siempre me da buenos consejos, ha estado en Argentina y de ahí se trajo a la mujer que tiene. A mí no me gusta porque ella siempre está protestando por la vida que tiene aquí.
Llego a casa y no está madre, por la hora, estará con las vacas en el prao. El que está es Emilio, atiende a las señales de mi bocina, y viene a auxiliarme. -¿Qué te ha pasado Germán?¿estás pálido?-, “tengo frío”, le respondo. Ve el estropicio de mi pierna y se apresura a buscar vendas y gasas de su casa, me quita el pañuelo y me dice que he perdido mucha sangre. Me compone un vendaje en un santiamén que me apreta más que el pañuelo que tenía antes. Me mete en su coche y vamos a toda velocidad al hospital, porque me dice que eso sólo lo puede arreglar un cirujano.
Ahora estoy en el hospital tumbado en una cama, a mí lado está Emilio, la habitación es alargada y de color blanco, tiene una ventana por donde pasa la luz de la tarde. Me doy cuenta que me duele la pierna y pienso que es bueno porque significa que todavía es mía, un médico asistido por una enfermera me ha cosido como si fuera un abrigo, por dentro y por fuera. También tengo una calentura en el brazo que debe ser de la inyección que me han puesto, que me está haciendo reacción. Me están poniendo antibióticos para combatir la infección. Yo creo que no ha sido para tanto, aunque me ha dicho el médico que he perdido mucha sangre, y que si me llegan a traer media hora más tarde no lo hubiera contado. Le pregunto a Emilio que si ha avisado a madre, me dice que sí, que ha mandado recado a su mujer para que la avisara cuando llegue a casa. Ahora pienso en cuánto tiempo tendré que estar en el hospital, yo no puedo faltar a mi labor en casa. Se lo pregunto a Emilio, y me dice que como mínimo una semana si la herida cura bien, pero que no me preocupe, que se hará cargo de lo que pueda. Llega mi madre llorando y me abraza, pregunta si estoy bien entre sollozos, me siento extraño devolviendo el abrazo, mi madre nunca me abraza ni yo la abrazo a ella, la situación es nueva pero me gusta.
(continuará)
Emilio tiene unos diez años más que yo, ha viajado mucho y es muy listo con la mecánica y con todo. Siempre me da buenos consejos, ha estado en Argentina y de ahí se trajo a la mujer que tiene. A mí no me gusta porque ella siempre está protestando por la vida que tiene aquí.
Llego a casa y no está madre, por la hora, estará con las vacas en el prao. El que está es Emilio, atiende a las señales de mi bocina, y viene a auxiliarme. -¿Qué te ha pasado Germán?¿estás pálido?-, “tengo frío”, le respondo. Ve el estropicio de mi pierna y se apresura a buscar vendas y gasas de su casa, me quita el pañuelo y me dice que he perdido mucha sangre. Me compone un vendaje en un santiamén que me apreta más que el pañuelo que tenía antes. Me mete en su coche y vamos a toda velocidad al hospital, porque me dice que eso sólo lo puede arreglar un cirujano.
Ahora estoy en el hospital tumbado en una cama, a mí lado está Emilio, la habitación es alargada y de color blanco, tiene una ventana por donde pasa la luz de la tarde. Me doy cuenta que me duele la pierna y pienso que es bueno porque significa que todavía es mía, un médico asistido por una enfermera me ha cosido como si fuera un abrigo, por dentro y por fuera. También tengo una calentura en el brazo que debe ser de la inyección que me han puesto, que me está haciendo reacción. Me están poniendo antibióticos para combatir la infección. Yo creo que no ha sido para tanto, aunque me ha dicho el médico que he perdido mucha sangre, y que si me llegan a traer media hora más tarde no lo hubiera contado. Le pregunto a Emilio que si ha avisado a madre, me dice que sí, que ha mandado recado a su mujer para que la avisara cuando llegue a casa. Ahora pienso en cuánto tiempo tendré que estar en el hospital, yo no puedo faltar a mi labor en casa. Se lo pregunto a Emilio, y me dice que como mínimo una semana si la herida cura bien, pero que no me preocupe, que se hará cargo de lo que pueda. Llega mi madre llorando y me abraza, pregunta si estoy bien entre sollozos, me siento extraño devolviendo el abrazo, mi madre nunca me abraza ni yo la abrazo a ella, la situación es nueva pero me gusta.
(continuará)
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