El Momento de España - FRANCISCO LARGO CABALLERO
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En el momento de esta entrevista, los socialistas están en la disyuntiva de seguir en el gobierno (y provocar elecciones) o dejar paso a a sus socios Republicanos y acabar la legislatura. Largo Caballero, al contrario que Besteiro (ver entrevista), es partidario de continuar. Largo Caballero mantuvo posiciones cambiantes durante su vida politica, estas pasaron desde el colaboracionismo con el dictador Primo de Rivera hasta el radicalismo de izquierda durante el Bieno Negro (1934-1935), propiciando la fusión de las Juventudes Comunistas y Socialistas en las JSU (Juventudes Socialistas Unificadas). |
FRANCISCO LARGO CABALLERO La permanencia de los Socialistas en el Poder se basa en la justicia y en la lealtad; nunca en la conveniencia particular de la clase. Octubre de 1921 Noviembre de 1928. Mayo de 1931. Tres fechas, que corresponden a otras tantas conversa-ciones mías con el Sr. Largo Caballero, a quien visité entonces como corresponsal de varios periódicos argentinos y mejicanos. En la primera de aquellas conferencias me dijo el actual ministro del Trabajo, a la sazón secretario de la Unión General de Trabajadores: "Nosotros tenemos que con-fesar lealmente al país que no estamos en condiciones de asumir el Poder... La aspiración de la clase trabajadora es perfeccionarse y desarrollarse para lograr aquella suprema finalidad y, mientras tanto, ir influyendo en la vida nacional e internacional..." En 1928 analizaba sus discrepancias de criterio con el señor Prieto, partidario del alejamiento de los socia-listas de todos los organismos oficiales. Y el Sr. Lar-go Caballero me decía: "Aunque admitiéramos la exis-tencia. de un sector de opinión pública organizado, fuera de nuestro partido, el hecho de buscar nosotros la satisfacción de ese sector equivaldría a desplazar de los organismos sociales del ministerio del Trabajo a los representantes del movimiento obrero de España.' Necesitamos conservar y perfeccionar nuestra organi-zación, que es medio y no fin, para ayudar cuando con-venga a un régimen democrático ya triunfante; pero mientras tanto, no nos metamos en aventuras sin finalidad práctica." En mayo de 1931. la aspiración primordial del Sr. Largo Caballero era más que nunca la del perfeccionamiento de aquella organización. Seguía siendo el organizador por excelencia, a quien debe el partido su influjo actual en la política y su preponderancia en la vida económica y social. Y desde ese momento se aplicó a transformar radical-mente el Ministerio del Trabajo. "Las múltiples va-riaciones sufridas desde la creación de este departa-mento probaban—dice el ministro—que no hab,a en-contrado su centro de gravedad." Intentó la Dictadu-ra hacer de él un Ministerio de Corporaciones a la ma-nera italiana, que subordina toda la vida económica a las conveniencias del Estado. Y es notorio el carnbio operado en ese centro ministe-rial, cambio en su esencia—nuevas orientaciones y nuevas tendencias de la política social—y cambio en su organización, que consiste en un Ministerio pro-piamente del Trabajo, del que se han eliminado todos los servicios ajenos a la política social; en un órgano de accion complementaria de los órganos de intorma-ción y reglamentación ya existentes, y- que puede ac-tuar con igual fuerza no sólo en Madrid, sino también en todas las provincias, campos y ciudades; tti una selección de las personas para el estudio y la acción social, dándoles las garantías necesarias para cumplir su cometido y una remuneración suficiente, y, por úl-timo, en una descentralización conveniente de los ser-vicios. Conocida esta obra en su complejidad y en su criterio cardinal se comprende el empeño que ha pues-to el titular de este Ministerio en no abandonarlo sin verla realizada. Mi primera pregunta, después de exhumar los recuer-dos de otras conversaciones anteriores que acabo de transcribir y del ligero repaso de toda la labor del mi-nistro organizador, había de referirse a la cuestión que ahora se debate y que es el eje de la política republicana, mejor dicho, nacional, e invito al Sr. Largo Caba.11ero a departir acerca de la continuidad o no continuidad de los socialistas en el Gabinete. —Para nosotros—dice el ministro del Trabajo—entrar en el Gobierno de la República no ha sido una maniobra, sino un juego muy claro. Hasta en-tonces nuestra actuación podía compararse con la de un jugador de pelota que intentara el rebote en un frontón con las paredes acolchadas. En el frontón que nos ofrecía la Monarquía ganaba siempre el dueño. Nosotros no le hemos pedido a la República que nos haga el socialismo. Tenemos la necesaria fe, el suficiente orgullo, para hacernos por nosotros mis-mos la legislación social. Además, nos tenemos en tanta estima , que no aceptaríarnos de limosna, ni como dádiva, lo que creenios merecer. Fuimos al pacto, no servilmente, sino mediante condiciones establecidas de común acuerdo, condi-ciones o reglas que son las de la democracia, que son las de la. mayoría... —Pero ahora, después de las elecciones munici-pales, se duda de que sigan ustedes teniendo esa ma-yoría. —Lo cual no deja de ser una apreciación equi-vocada. Y basta para convencerse de ello una sexi-cilla argumentación: en los pueblos donde antes se proclamaban los concejales por el artículo 29, es de-cir. donde no se hacían elecciones, el sufragio se des-conocía en absoluto, ni siquiera eran "burgos po- dricios"; vivían en el Limbo. El 12 de abril de 1931, los socialistas no tuvieron en esos Municipios ni un solo concejal. Los demás republicanos, tampoco; o si eligieron algunos fué en número tan reducido que no puede, por su insignificancia, ni siquiera recordarse. mientras en el resto de España donde los electores iban a las urnas vencieron por mayoría de sufragios. Pues ahora diga usted si no significa un triunfo para nosotros haber obtenido en esos pueblos más de 2.000 concejales, entre una abrumadora mayoría re-publicana de todos los matices, republicanos al fin... --Pero esa mayoría de republicanos de todos los matices sobre los socialistas en los Ayuntamientos del artículo 29—llamémoslos así—, sirve de argu-mento a los adversarios de ustedes para colegir que en el resto de España la proporción sería análoga, llegado el día (que por eso quieren ustedes retrasar) de unas elecciones generales. —Error también. Con el censo en la mano podríamos y podremos probar que en ninguno de ellos han decrecido los votos socialistas y que, por el contrario, en muchos nuestra organización es más fuer-te que el 14 de abril del 31. Pero el caso de nuestra permanencia en el Poder no se base en eso precisamente. Es una cuestión psi-cológica. El partido socialista español tiene un matiz especial: concede una importancia extraordina-ria a la conducta, y no tiene otro guía que la justicia. La determinante de nuestras actitudes ha de ser siempre la justicia. Y en la política de otros parti dos no suele tenerse este culto por la justicia, que mu-chas veces se subordina a la conveniencia. Podrán creer algunos que nuestro apartamiento es ahora conveniente, pero no sería justo. La justi-cia en este caso está en la observancia de nuestro pacto con la República y en el desarrollo leal del mismo. Dijimos que íbamos a instaurar una Repúbli-ca, de la cual la Constitución es sólo el andamiaje que sirve para montar las demás leyes constructivas. Y para que estas leyes lleven el sello de toda la obra constitucional, es menester que las hagan estas Cor-tes y no otras. Pues bien: nosotros entendemos que estas Cortes deben votar, por lo menos, la ley de Ga-rantías, la Electoral y la de Orden público. —¿...? Además, si esas leyes no se aprueban, no puede decirse que haya terminado el período, revolucionario. —Pero como la vida de estas Cortes está ligada a la composición del Gobierno, son ustedes ios que tienen que dar la solución, y en este sentido permíta-me que le pregunte: ¿Estarían ustedes dispuestos a fa.cilitar la formiación de un Gobierno de concentra-ción, exclusivamente republicano, bajo. la presiden-cia de un neutral, es decir, no de un radical, ni del mismo Sr. Azaña? —Esta tampoco sería uneu solución justa, es decir, que se apartaría de lo pactado. Los socialistas dejaríamos los puestos que se nos ofrecieron en el Gobierno provisional si creyéramos que carecíamos de garantías suficientes para llevar a cabo la obra a que nos comprometimos. Hemos llevado nuestra. lealtad hasta el extremo de consultar con todos los compañeros en Consejo de Ministros, incluso la redacción material de los ocho ,decretos en que se circunscribió toda la legislación social de la República. Aquellos textos se aprobaron también por los señores Alcalá Zamora y Maura, y después de salir del Gabinete estos señores, no hemos presentado ningún nuevo proyecto, y aún está aplazado el del Control obrero, sin que se haya hecho por nuestra parte presión alguna para acelerar su discusión. Pues bien: nosotros entendemos que si las demás fracciones que forman la mayoría gobernante se prestaran a la formación de ese hipotético Gobierno, procederían con manifiesta deslealtad a los pactos, que los socialistas han sabido cumplir al pie de la le-tra. Esa. sería una burda habilidad. —¿...? —La, actitud de los obreros disidentes de nuestras agrupaciones no nos inquieta, ni esas fuerzas tienen importancia alguna. Podrán perturbar, momentáneamete, el orden, pero no consiguen paralizar la vida nacional. Compare usted la huelga de cuarenta y ocho horas decretada estos días por los sindicalistas con la fiesta del Primero de Mayo... Hoy por hoy, concluye el Ministro con manifiesto orgullo, nuestra organización es la más poderosa, no sólo en España, sino en relación con otras naciones, excepto Bélgica. En Francia, por ejemplo, cuando cualquiera, las organizaciones obreras declara una huelga, las demás no se atreven a ponerse en frente, limitándose en todo caso a observar lo que ocurre, sin sumarse al movimiento. Nosotros, seguros del éxito, podemos ponernos abiertamente en contra de un movimiento sindicalista, comunista. o de cualquier otra agrupación ajena a nuestras masas. |
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