El Momento de España - A manera de prólogo.

AnteriorSiguiente


Prólogo del libro El Momento de España, del periodista Enrique Mariné de 1933.




A MANERA DE PRÓLOGO


El promotor de este libro, que en este momento crítico siente, como todo español, una intensa preocupación por la suerte de nuestra patria, reconoce que no tiene autoridad alguna para discurrir sobre este asunto en público, ni siquiera en el café, donde siempre se habló tanto de política.
Pero ha pensado que seguramente hallarán eco en la opinión los plareceres de los hombres más sobresalientes en este aspecto de la vida nacional, y que son, sin disputa, quienes con más derecho y más libremente pueden exponer sus juicios y sus pronósticos acerca de los asuntos públicos.
A todos nos agrada a menudo hablar de las enfermedades propias y ajenas, y de sus causas y sus remedios; pero son los médicos quienes con más garantías de acierto pueden determinar el carácter y prescribir el tratamiento de las dolencias cuyo diagnosis estudiaron en los libros y en las clínicas, aunque ellos mismos las acentúen o las provoquen algunas veces, sin querer.

Y así pensando, el coleccionador de esta serie de interviús, cuyas primicias tiene hoy el gusto de ofrece al público, se ha acercado en el transcurso de estos últimos días a los políticos y pensadores que, en su sentir, podían traducir mejor los anhelos de los más densos núcleos nacionales. De estos hombres, unos lograron, por legítimo merecimiento, un puesto en las
Cortes Constituyentes; los otros, con análogos títulos, no han obtenido en esta ocasión el derecho de sentarse en los escaños del Congreso, pero conservan fuera autoridad y prestigio entre las masas.
Los lectores advertirán, sin duda, algunas omisión en la lista de estas personalidades. No son deliberadas ni voluntarias.
El informador hubiera querido que, entre las opiniones recogidas, y como una de las primeras, figurasen las de aquellas autoridades que más han contribuido con su verbo y con su pluma a formar la conciencia republicana del país. Entre estos hombres están los Sres. Ortega y Casset y Sánchez Román.
El profundo filósofo ha rehusado cortésmente el compromiso con palabras de gran consideración para el repórter: "Desde hace más de un año---ha agregado no me permito la más mínima apreciación politira. Recientemente lo hacía constar así en una carta a los periódicos, rectificando una supuesta opinión mía sobre la obstrucción, que había corrido por el Parlamento. ¡Y ahora me pide usted que opine nada menos que sobre toda la situación política y su inmediato porvenir! Como usted ve, esto es completamente imposible,"
El gran jurisconsulto se ha expresado en parecidos términos: no quiere hablar ahora más que en las Cortes.
Falta también aquí la opinión del Sr. Azaña, que no me ha sido negada ciertamente, pero sí diferida, a causa de las ocupaciones y preocupaciones de su cargo. Aguardándola más corría yo el riesgo de que pasara la oportunidad de este libro. Además, en este caso, tal vez era mucho pedir a quien ha definido el nuevo estilo político de que se ufana como anhelo de "impersonalización", un nuevo espíritu que significa "proscripción de los tópicos, horror a los tópicos..."
Otros políticos y pensadores españoles de positivo valer y más escuchados cada día hubieran podido desfilar por las pá.ginas de este volumen, pero me asaltó el temor de que el desfile pareciese un prurito combativo contra el Gobierno o el régimen, cuando sólo pretendía yo ofrecer el contraste de pareceres con un fin de divulgación y como base para la historia del momento actual.
Algo más he de hacer constar, para que en el orden con que aparecen impresas 'las interviús nadie, ni las mismas personalidades que me honraron confiándome sus declaraciones, y a quienes quiero reiterar aquí públicamente el testimonio de mi gratitud,
puedan ver preferencia o desestimación alguna. Para adelantarme a esa suspicacia habría yo adoptado el orden alfabético, si hubiese sido posible; pero la necesidad de ganar tiempo nos ha obligado al editor y a mi a disponer la composición y ajuste del texto a medida que yo iba obteniendo las interviús. Y en eso sí que, tratándose de políticos y parlamentarios, no cabía proceder con método alguno, sino acechar para aprovecharlos en los reportajes los minutos que a cada cual dejaban libres los afanes de la profesión en la brevedad de la semana parlamentaria. Porque el político actual ha de salir forzosamente de Madrid los viernes por la noche, para no regresar hasta el martes por la mañana. Nunca viajaron tanto los diputados y los ministros; nunca fué tan frecuente como ahora su contacto con la opinión de las provincias.
Y hechas estas aclaraciones, el informador se retirapara que hablen sólo los que pueden y deben opinar: los pensadores, los jefes de las agrupaciones, de las minorías o los partidos, los representantes de las fuerzas políticas y de los centros oficiales...
El repórter no es nadie. No le ha sido dada la facultad de discurrir sobre las razones de las cosas, ni siquiera la de aventurar conjeturas. La independencia de los juicios es, en definitiva, una manifestación suntuaria.


El Momento de España (pág. 6)

El Momento de España (pág.6)

El Momento de España (pág. 7)

El Momento de España (pág.8)

0 comentarios:

Copyright © 2013. BloggerSpice.com - All Rights Reserved
Customized by: MohammadFazle Rabbi | Powered by: BS
Designed by: Tilabs