El Momento de España - Jose Pildain

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Antonio Pildain Zapiain, eclesiástico vasco nacido en Lezo (Gipuzkoa) el 17 de enero de 1890 y murio en Las Palmas el 7 de mayo de 1973.Fue elegido diputado a Cortes por la minoría vasco-navarra en las elecciones del 28 de junio de 1931. En el mitin que se celebró en Gernika el 12 de julio del mismo año, dijo entre otras cosas: «Aquí tenéis a este pobrecito sacerdote al que con esta ilusión...habéis querido elegir Diputado vuestro para que vaya a defender el Estatuto de Estella y lo que constituye la característica, lo que constituye el distintivo, lo que constituye el alma iba a decir del Estatuto de Estella, la facultad de que nosotros los euskaldunes podamos concertar nuestro concordato inmediata y directamente con la Santa Sede. Vamos a exigir, vamos a reclamar, vamos a reivindicar ante las Cortes lo que es nuestro». Indalecio Prieto, en uno de sus discursos en las Cortes, hizo chiste de algunas de las ideas contenidas en dicho discurso. Pío XI lo nombró obispo de Las Palmas (Canarias) el 18 de mayo de 1936 y lo consagró el 14 de noviembre de dicho año, entrando en su diócesis el 19 de mayo de 1937. Distanciado del régimen franquista se dedicó de lleno a su misión religiosa, a relaciones con el mundo obrero y auxilio a los pobres.

Fuente: Bernardo ESTORNÉS LASA
 

 

ANTONIO PILDAIN
Los católicos vasconavarros coinciden
con los socialistas en algunos puntos de su programa,
pero rehusan un estatuto sin libertad religiosa.

En la culta minoría vasconavarra de la Cámara, D. Antonio Pildain ha logrado más de un triunfo oratorio. Los mismos adversarios han elogiado su serenidad de juicio y su capacidad dialéctica. Me ha parecido por ello interesante conocer y reflejar la opinión de este diputado y sacerdote vasco sobre el momento actual de la política española, precisamente porque el carácter independiente con que fué elegido—él mismo me confirma que no es ni tradicionalista ni nacionalista—garantiza la seguridad de que hablará sólo como vasco, como español y como diputado de la templada zona del derechismo.

—¿Cree usted—le pregunto, iniciando el interrogatorio a que me invita—, que se impone una rectificación en la política republicanosocialista?
—Indudablemente. Sobre todo en el campo político, desde el momento en que no hay un régimen de libertad igual para todos, que en estas circunstancias debía prevalecer. No debiera haber preferencias en el ejercicio de los derechos que se niegan, por ejemplo, a los sacerdotes, por el hecho de serlo.
Prefiero no opinar acerca de la obstrucción últimamente decretada y sostenida por las minorías republicanas disidentes. Sólo le diré que, en general, no soy partidario de apriorismos, ni tampoco de la oposición sistemática. leo debe hacerse, a mi juico, esa obstrucción cuando se trate de proyectos de ley beneficiosos para los intereses generales del país.
—Y en que sentido cree usted que se impone la rectificación?
En primer término, en la legislación a favor de las clases necesitadas. Por ejemplo, es de urgente necesidad una ley que procure remediar, atenuar siquiera, el paro obrero. Izquierdas y derechas debieran estar conformes en la urgencia de esa ley, y, hasta en su alcance. como obligado complementa del primer punto del segundo párrafo del artículo 46 de la Constitución :(La República asegurar a todo trajador las condiciones necesarias de una existir digna)
En una República de trabajadores hay ocie garantizar el trabajo de tal modo, que yo llegaría hasta imponer a los diputados la renuncia de sus dietas mientras hubiera un solo obrero pasado...
-¿...?
En todo lo que signifique reparación de injusticas sociales dentro del espíritu de la encíclica "Rerum novarum ... ", nosotros los católicos estaremos siempre al lado de los socialistas.
-¿...?
-Sí, cuando los católicos pudíamos influir en la tendencia de la legislacián olvidamos la preferencia que debía darse a esas reformas sociales. No supemos aprovechar aquella fuerza en beneIcio de las masas para conquistarlas. Quizá ahora, embriagarios por el éxito que supone el ejercicio del Poder, les pase lo mismo a los socialistas.
 

Y, sin embargo, aunque las pasadas elecciones municipales permiten asegurar la preponderancia de las derechas en las próximas Cortes, yo no concedo demasiada importancia a un triunfo electoral que lleve, por ejemplo, doscientos diputados ds la derecha a la Cámara. Más esencial es contar fuera del Parlamento con la masa obrera or rganiza da, que en un momento dado puede imponer cualquier reforma u oponerse a la aprobación de una ley inconveniente y hasta a la formación de un Gobierno. Hitler puede gobernar ro por los diputados de su partido, sino por la organización de sus hueste obreras fiera del. Parlamento.
-A mi juicio, las derechas necesitan primero conquistar y organizar grandes masas obreras mediante un programa con el contenido de toda esa justicia social que evidentemente, no se ha hecho aún. y que nadie puede realizar con roas eficacia y más respeto del derecho de todos que un Gobierno de derechas...
- Quiere usted que concrete algo de ese programa? la inmensa mayoría de los obreros carece de viviendas higiénicas. No tienen en sus cobijos ni aire que respirar ni sol que les caliente. Hay que procurar para todos los padres de famlia alojamientos sanos y ventilados. Si ese Gobierno, al que me refiero antes, acometiese la construcción de viviendas para obreros y la reforma de las que sean susceptibles de ello, comenzando por los grandes núcleos de población, conseguiría de una vez tres resultados: primero: la higienización de las viviendas obreras; segundo, dar trabajo a los parados, y tercero, convertir en propietarios de su hogar a todos los que hoy tienen que pagar a veces desproporcionados alquileres por vivir en casas que nunca serán suyas.

¿en cuanto al régimen de trabajo? ¿ Cree usted que se pueden ofrecer mejores jornales y jornadas más cortas que las obtenidas bajo el mando de los socialistas?
—Cabe la legítima participación en los beneficios...
- ¿Y el control obrero, al que los mismos socialistas parecen haber renunciado por el momento?
—¿Y por qué no implantarlo desde ahora?
—¿Olvida usted que quizá la generalidad de los obreros no están todavía suficientemente preparados para intervenir "en la dirección y administración d. las empresas", corno reza el mismo artículo 46 de la Constitución?


—No lo niego, pero tampoco lo están nuestros consejeros capitalistas en bastantes Compañías... Además, proceden, cuando lo están, ¡con tal egoísmo! ¡Cuántas grandes Sociedades anónimas han tenido abandonados a sus obreros y rehuído las mejoras del utillaje y la higienización de los talleres, porque todo ello suponía gastos respetables que hubieran mermado los beneficios del capital!


—Ya que me ha dicho usted en líneas generales cuál es su parecer en estas cuestiones sociales, ¿puede indicarme su opinión en los problemas de la región vasca?
—Ante todo, que se ha defraudado a toda aquella región. La inmensa mayoría de mis coterráneos deseaba el Estatuto de Estella, que nos concedía la facultad de celebrar un Concordato con el Vaticano. En la vecina República francesa está bien reciente el ejemplo del radicalsocialista Herriot, que supo adoptar en Alsacia y Lorena un criterio de transigencia religiosa porque se dió cuenta del estado de la opinión, y quizá recordando que la intransigencia de Combes en Bretaña en los primeros tiempos del laicismo fué la causa de que surgiera en aquella región el separatismo.


El Estatuto sin libertad religiosa no nos intereso a los vasconavarros.
En segundo lugar, las Comisiones gestoras substituyendo a nuestras Diputaciones son otra lamentable equivocación, porque esas Comisiones están constituidas por los  representantes de los partidos de minorías y, por tanto, el proyecto de Estatuto, hechura suya, no responde a las aspiraciones de la región...


Y aquí termino mis preguntas, no porque el amable interlocutor haya agotado el tema, sino para no abusar de su atención y de su cortesía, porque ya le esperan en el Congreso sus compañeros de minoría.


Además, en lo esencial, el Sr. Pildain me ha dicho ya su parecer como vasconavarro sobre el momento político...

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